["Tony Goldschmidt y la influencia freudiana" se ha adaptado con el permiso del autor y el editor del cap’tulo de apertura de In the Shadow of the Dreamchild por Karoline Leach (London: Peter Owen Ltd, 1999). Traducción de Adriana Osa revisada y editada por Esther Gimeno y Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]



Visto de manera histórica, es casi tragicómico que la defensa a ultranza de Reed de la inocencia del siglo XIX había ido cavando su propia tumba con su eterna apología de la pureza y de la infancia. Su tiempo se había acabado; esto sucedía en 1932. La Gran Guerra había venido y se había ido, otra guerra amenazaba, la “gran depresión”hacía mella en la población y Freud había escrito sus libros sobre sueños.

The Life of Lewis Carroll [N. de T.: La vida de Lewis Carroll] no había cumplido ni doce meses desde su encuadernación cuando tomó posesión una nueva época que reclamaba su derecho a ver las leyendas desde su propio punto de vista: había tomado a las niñas, pero había rechazado la pureza.

La época victoriana contaba con santos; el siglo XX tiene desórdenes psicológicos. Y como cada edad, tomamos nuestras propias ilusiones como las pruebas de nuestra ilustración. Para nosotros, prisioneros como somos del materialismo, desilusionados como un niño que acaba de descubrir que Papá Noel no que existe y que sabe que los regalos nunca serán lo mismo, Carroll se ha convertido en la prueba de que tales aspiraciones son falsas ilusiones que pueden llegar a ser peligrosas. El siglo XX es demasiado elegante para la inocencia, mira la pureza con una sonrisa y sabe hacer las cosas mejor. Para el siglo XX, la realidad es lo que gusano al capullo. Las cosas que los victorianos asociaban con candor y dulzura, se asocian en siglo XX a la hipocresía y a una sexualidad anormal, peligrosa y reprimida. La pregunta de cuál de estas imágenes es "más real" es irrelevante. Lo que estamos tratando aquí tiene muy poco que ver con la realidad.

La imagen de Carroll como desviado sexual se debe a un hombre llamado Anthony Goldschmidt. En 1933 era un estudiante universitario destacado en Balliol al que se le había otorgado una beca de mención especial. Durante este año, Goldschmidt concentró su atención en el Lewis Carroll de Collingwood y de la leyenda de Reed. Estudió al hombre que se presentaba, la sucesión interminable de "niñas," su aislamiento social, la ausencia aparente de cualquier conexión adulta, y concluyó que no se trataba de un santo o un ser etéreo vestido momentáneamente con vestiduras mortales, sino de un pedófilo reprimido. ’Qué se podía decir de un hombre que, como se decía, sólo podía tratar con mujeres adultas por correo?

Goldschmidt publicó sus opiniones en un artículo de cuatro páginas en The New Oxford Outlook titulado "Alice in Wonderland: Psycho-Analysed" [N. de T.: “Alicia en el país de las maravillas: psicoanalizado”]. Los guiones y las mayúsculas hacen patente la torpe novedad de tal concepto. Su teoría consistía en que la sección inicial del País de las Maravillas era una especie de mensaje secreto del subconsciente de Lewis Carroll. Los incidentes eran signos y símbolos que podían ser descifrados gracias al conocimiento psicoanalítico moderno con el fin de que revelaran los mecanismos interiores de la mente del autor.

El descenso por la madriguera era un símbolo de la penetración sexual, las puertas que rodean el vestíbulo representaban genitales femeninos. Al escoger la puerta pequeña antes que la grande, Alice (o, mejor dicho, Dodgson disfrazado de Alice), escogía copular con niñas en vez de con mujeres adultas. Por lo tanto, Golsdchmidt afirmaba que Dodgson era pedófilo. Así:

Es difícil sostener que su interés por las niñas viniera por un amor por la infancia en general ni que se basara en una atracción mental y no física, y esto es así por dos hechos: uno es que odiaba a los niños varones... y la otra que la amistad acababa cuando la infancia llegaba a su fin.(Phillips, ed., 331)

No podía esperarse que Goldschmidt supiera que estos dos "hechos" fueran meras falacias sin ninguna base. Sin embargo, el hecho de que sus argumentos sean repetidos hoy en día por biógrafos que sí que disponen de más información es mucho más difícil de explicar.

En 1933 no había ninguna prueba que contradijera las conclusiones de Goldschmidt. De este modo, con la publicación del artículo seminal de Goldschmidt, el mito de Carroll y su vida sexualmente vacía completamente dedicada a niñas se convirtió en una patología.

Pobre Collingwood, pobre Reed; las defensas tan minuciosamente construidas alrededor de una reputación sagrada se habían convertido en el caldo de cultivo de una infamia peor que la que ninguno de ellos hubiera llegado a imaginar. Además, se suma otro dato que añade más confusión y patetismo: la posibilidad de que Goldschmidt hubiera escrito su artículo como una broma. Su amigo y también estudioso de Carrol, Derek Hudson, afirmó que su "tongue was halfway into his cheek" “nos estaba tomando el pelo”, cuando lo escribió. (Hudson, xi). De hecho, las parodias de las teorías freudianas no eran nada nuevo en el Oxford de principios de los años treinta. El impacto de esta posibilidad es considerable. Porque aunque Goldschmidt nunca creyera en ello, muchos otros sí que lo hicieron.

Sin Goldschmidt nadie ’desde el analista freudiano Paul Schilder al dramaturgo Dennis Potter’ hubiera tenido una imagen con la que jugar. La influencia del artículo de Goldschmidt puede ser observada en casi todo que ha sido dicho sobre Carroll y su obra durante los pasados sesenta y cinco años. Si fue una broma, entonces ha sido una de las mejores.

Pero, ya fuera una broma o no, los psicoanalistas ahora tenían una imagen de Carroll que dieron por buena sin ningún tipo de miramiento. Durante los años de guerra y de depresión, entre la marcha de Jarrow y el principio de la Guerra Fría, en una efusión gloriosa de inferencia atenuada y sintaxis extraordinaria, los psicoanalistas dieron a Lewis Carroll y a su obra una nueva forma. “Los flamenocs y la mostaza representan el deseo por los dos sexos”, opinó William Empson. Creía que todo estaba conectado con el útero:

el agua salada [del charco de lágrimas] es el mar del que surge la vida, ya que es un fluido segregado por el cuerpo como el líquido amniótico. Lo completo de la experiencia de Alicia es, creo, importante. Sufre todo el proceso: es el padre al caer por el agujero, un feto al encontrarse en el fondo, y sólo puede nacer al convertirse en madre y producir el líquido amniótico...

“’Cuál era su relación con su órgano sexual, me pregunto yo?”se preguntó indignado Paul Schilder en 1938, siguiendo la línea que identificaba a Alice como un sustituto del pene de Dodgson. No es de extrañar que sus colegas y él consideraran que las historias de Carroll eran inadecuadas para los niños.

El poder de la literatura de Dodgson y la mitología creada alrededor de su vida condujeron a una capacidad por lo visto inagotable de encontrar dentro de Alice y del mismo Carroll una metáfora para casi cualquier cosa, un síntoma de casi cualquier enfermedad neurótica. John Skinner usó el mito de su odio a las mujeres adultas para deducir que “Lewis Carroll permaneció siendo un niño en cuanto a su vida emocional”y que “su vida parece indicar que no le gustaba su personalidad adulta y masculina y que le gustaría haberse convertido en una pequeña niña aventurera”.

Martin Grotjahn usó a Alice para deducir que Carroll poseía una “personalidad esquizoide, un comportamiento a menudo paranoico, una actitud regresiva y una fascinación por actrices infantiles sin diferenciar sexualmente”. Geza Roheim, por otro lado, vio toda la vida de Dodgson y su obra al completo como una metáfora de un canibalismo latente:

Lewis Carroll era el hermano mayor, por lo que tuvo la oportunidad de sentir celos de sus hermanos pequeños y de desarrollar (o así lo creemos) fantasías caníbales sobre estos rivales que habían usurpado su lugar en el corazón de su madre... los distintos platos de la cena representan los hermanos que Alicia quiere devorar. (Phillips., ed., 333-433)

En esta moral febril y basada por completo en la fantasía, las teorías se basaban en otras teorías, que a su vez podrían estar basadas en una lectura incorrecta de una oración de Collingwood. Una especie de locura se apoderó de los psicoanalistas, que competían como buitres académicos por una pequeña reputación. Y, con firmeza, entre todas las opiniones, la idea del deseo sexual de Lewis Carroll por las niñas se alzó como un pilar estable y afianzado: una certeza inmutable, el leitmotiv de su vida y nuestro tiempo ’su principal característica. La única pregunta era por qué. El ingenio humano, liberado de la pesada carga de una realidad aborrecible, no encontró ninguna escasez de respuestas en la confusión de analogías uterinas e imágenes de un infantilismo perpetuo, aunque fueran históricamente infundadas. Su psicopatología inevitable fue confirmada una y otra vez por autores que cada vez se distanciaban más los datos biográficos más esenciales. Posteriormente, en 1945, la primera biografía completa que se publicaba en aproximadamente trece años retomó el nuevo concepto de un Lewis Carroll pedófilo y lo retrató con un estilo delicado pero decidido. Victoria Through the Looking-Glass, llamado simplemente Lewis Carroll: en el Reino Unido, fue escrito por Florence Becker Lennon, una figura literaria americana. A pesar de ser una escritora con talento y una observadora nata, Lennon sólo podía contar con un material que, en 1945, era todavía vergonzosamente escaso. Cuando su información era correcta, realizó el mejor trabajo de análisis hecho hasta entonces. Reconoció el poder de la imagen de Carroll y su efecto de deformación en su biografía. Observó que se le veneraba como “el último santo de un mundo irreverente”:

aquellos que cayeron rendidos a los pies de los mitos de Santa Claus se aferraban a los retazos del misticismo de Lewis Carroll y no se permitirán juzgarlo objetivamente.

Lennon hizo un sincero intento de convertir este análisis "desapasionado", ausente en los estudios anteriores, en el eje principal de su trabajo. Sin embargo, se vio bloqueada desde el comienzo por la renuncia persistente tanto de los Dodgson como de los Liddell para proporcionar la documentación pertinente o a conversar abiertamente con los biógrafos. Cuando comenzó su investigación en 1930, una "Alice" ya mayor no consintió verla. Sí que tuvo lugar una entrevista con su hermana mayor, Lorina, que la dejó aún más confusa. Los Dodgson eran amables pero se negaban a cooperar. No le permitieron acceso a los diarios o a los documentos privados de la familia, y las únicas cartas que podía estudiar eran aquéllas que ella misma había logrado localizar. En estas circunstancias, sus pruebas se vieron forzosamente reducidas al recurrente mito de Lewis Carroll, lleno de errores e inexactitudes, dominado por el psicoanálisis y alejado, cada vez más, de cualquier realidad de la vida de Dodgson.

La imagen de Lewis Carroll que Lennon presentaba se había convertido en un híbrido de dos culturas antagónicas. Las excentricidades se habían convertido en neurosis obsesivo-compulsiva; la inocencia, en una represión histérica. Es triste que, aunque sin culpa por su parte, la contribución principal de Lennon fuera desplegar su talento y sus habilidades para convertir a este personaje fantástico y confuso en algo casi creíble, y ofrecer una explicación de ello.

Lennon había leído las setenta y dos páginas de Collingwood sobre las child-friends [N. de T.: “niñas-amigas”; término acuñado por el propio Carroll para designar a sus amigas que ha inducido al error de pensar que todas ellas eran niñas pequeñas; dada su estrecha relación con Carroll aparecerá siempre en su idioma original] pero no podía saber que la mitad de estas "niñas" estaban en plena adolescencia o en la veintena. Había leído el retrato de Reed de un hombre obsesionado con las niñas y que rechazaba a las mujeres; ella no podía saber que esto era una invención. Habló con los miembros aún vivos de la familia Dodgson, los cuales le aseguraron que el diario de Dodgson (que no le permitían ver) no contenía ninguna prueba de ningún idilio sentimental. Lennon no podía saber nada sobre un documento que no le permitían leer. La impresión que recibió fue la de un hombre sin vida adulta. Todo de lo que se hablaba giraba en torno a los niños.

Considerando lo que le dijeron y lo que ella podía saber de antemano, sus conclusiones eran casi inevitables. Su imagen de Charles Dodgson era la de un hombre que no podía o no quería crecer. Por lo tanto, con su estilo elegante e incisivo ella dio forma y profundidad a lo que ella observaba, y lo describió como a Peter Pan. Describió a un hombre desarraigado y triste, con "su reloj emocional estancado" en una infancia sin fin que no tenía ningún interés en las relaciones adultas, y que tampoco era capaz de formarlas; un hombre que “protestaba cuando sus amistades infantiles maduraban”y que era, en efecto, un pedófilo emocionalmente retrasado. En una simple oración definitoria, Lennon anunció la mayoría de edad de lo que se consideraba ortodoxo: “La gente se pregunta qué hacía con su vida privada. Ahora se puede contar. Le atraían las niñas”. Y así, habiendo identificado tan delicadamente a Dodgson como un pedófilo, llegaba a la conclusión de que: “No tenía relaciones románticas adultas, y nada que se pueda encontrar en sus escritos demuestra que comprendiera lo que significa el amor adulto”(187, 191). Lennon estaba convencida de la verdad que encerraban estas conclusiones, y esta convicción subyacía a todo lo que ella dijo después sobre la vida del autor y, quizás lo que es más importante, sobre su obra. Lennon fue la primera biógrafa que aplicó un análisis apropiado a la vida creativa de Lewis Carroll y la primera en tener en cuenta otras obras del autor además de los dos de Alicia: y quizás The Hunting of the Snark: [N. de T.: La caza del carabón]. Había llegado a parecer que Lewis Carroll nunca había escrito nada más. Lennon fue la primera en considerar las novelas de Bruno y Sylvie y la poesía. Como ningún biógrafo lo había hecho antes, sus opiniones llegaron a ser muy influyentes, marcando las pautas para casi todo lo que se dijo sobre estos trabajos a partir de entonces. Y todo lo que ella creyó sobre la vida de Dodgson influyó en la aprehensión de su obra.

Si uno comienza creyendo en la imagen de un hombre sin una vida sentimental adulta, sólo hace falta dar un paso más allá para llegar a la conclusión de que sus obras publicadas no muestran ningún tipo de comprensión del amor adulto. Por lo tanto, cuando Lennon analizó la poesía de Carroll debió de resultarle casi imposible que fuera él quien lo escribiera. Después de todo, ’cómo podía Peter Pan describir el amor sexual maduro? ’Cómo podía Lewis Carroll, un niño perpetuo, cerrado con llave en la prisión de sus extravagancias, escribir sobre la pasión adulta? Era una idea ridícula y Lennon se rió de tal idea.

Pasó por sus poemas con un desprecio devastador, ingenioso, vitriólico, rozando la crueldad y la histeria. Su rechazo fue total y sus conclusiones, absolutas: el trabajo serio de Lewis Carroll era basura manchada de tinta de una mente inmadura. No relataba ninguna historia salvo, quizás, el cuento de su propia insuficiencia.

Esta acusación aplastante se mantiene todavía vigente para la mayoría de los analistas modernos. Esto conllevó el convencimiento de varias generaciones de estudiosos de que no se debía tener en cuenta la poesía de Lewis Carroll como muestra de su arte o como fuente de biográfica. Esto ha resultado en que, mientras Alicia en el País de las Maravillas: (Alice in Wonderland) y Alicia a través del espejo (Through the Looking-Glass and What Alice Found There) han sido desmenuzados hasta el matiz más diminuto como muestras autobiográficas o confesiones codificadas de manera enrevesada, su poesía y su novela de dos volúmenes apenas han recibido atención bajo la excusa de que, como la misma Lennon dijo, todo salvo Alicia es “demasiado malo como para que esté basado en experiencias personales”(189) (lo que implica que es probable que Shakespeare tuviera problemas familiares en Dinamarca o que Coleridge debió de pasar algún tiempo en el mar con un albatros alrededor de su cuello).

La segunda contribución principal de Lennon al tema se centró en la niña-amiga más famosa de Lewis Carroll: Alice Liddell, “la verdadera Alicia”, la niña en el barco que había inspirado al genio. La confusión entre realidad y fantasía que había unido hasta la simbiosis a Alicia y a Carroll en la opinión pública había mezclado igualmente a la Alicia protagonista ficticia y a su verdadera tocaya en la vida real. Nadie, y menos aún los biógrafos, parecían tener claro dónde empezaba una y acaba la otra. Collingwood había resumido la figura de la verdadera Alicia en unas oraciones que definieron su papel dentro de la biografía oficial. Para él, ella la primera niña-amiga de Carroll, cuya “cuya conversación inocente era uno de los mayores placeres de sus primeros años en Oxford, y a quien contó por primera vez el cuento que había de hacerle famoso”[Collingwood p. 365]

Fuera de los límites de las familias Dodgson y Liddell, nadie sabía nada sobre los sentimientos de Dodgson por Alicia, ni siquiera si habían tenido la profundidad y la importancia que se le otorgaba. Pero la unicidad de su significado fue asumida incondicionalmente y así ha sido siempre. Como el mundo estaba obsesionado con Alicia (el libro), se hizo creer que Carroll debía de haber estado igualmente obsesionado por Alicia (la niña). En ausencia de la debida documentación siempre se podía contar con el mito, y éste contó la historia de Alicia de tal modo que todo el mundo creyó que era verdadera. Ella era la Musa; ella era el Objeto de Deseo.

Lennon tomó el primer paso en la creación de la parte final de la leyenda de la Alicia moderna, sugiriendo que esta relación romántica hubiera sido para Dodgson la cosa más cercana a una pasión sexual que había experimentado nunca: “Carroll estaba, de hecho, enamorado de ella y pidió su mano”[Lennon p. 192]

Por aquel entonces Lennon no tenía ninguna prueba que apoyara tal suposición, y la propuso sólo como una posibilidad, una especulación que pudiera ser desarrollada más adelante. Como prueba de la verosimilitud de la propuesta sólo pudo citar una carta de Dodgson en el cual él describía a Alice como su niña-amiga ideal y un rumor que decía que la madre de Alice lo odiaba. Además, ella había entrevistado a la hermana mayor de Alice, Ina, allá en 1930, por lo visto con la intención de confirmar tal interés sentimental. El registro de su entrevista permanece en dos cartas que Ina escribió a Alice inmediatamente después. Descubiertas recientemente, estas cartas contienen la única perspectiva íntima de los Liddell sobre su relación con Dodgson, sobre las cuales los descendientes de ambas familias han sido muy reservados ’ lo que hace suponer que se trata de documentos muy importantes. Esto seguramente indica que había secretos muy bien guardados sobre los Dodgson y los Liddell, pero ellos igualmente sugiere que estos secretos no tienen nada que ver con Alice.

Concidiendo con la aparición del libro de Lennon en el Reino Unido, un escritor escocés y profesor de inglés, Alexander Taylor, escribía sobre los aspectos matemáticos y teológicos codificados en Alicia. Se trataba de un libro académico y no popular. Intentó por todos los medios de encontrar un editor que lo publicara, pero hacia 1950 todavía no había tenido éxito. Su correspondencia, aún hoy conservada, con Menella Dodgson aclara el resto de la historia.

El consenso de opinión para su publicación consistía en que el libro tenía que ser reescrito, desechando parte del análisis literario y “rellenando el relato de su vida” que Taylor había reducido drásticamente “a un mero esquema”(Carta de Alexander Taylor a Menella Dodgson, del 3 de julio de 1950, en la Dodgson Family Collection [DFC] en Woking, Surrey, Reino Unido).

Fue en este punto que, al menos según Taylor, ajeno a las teorías de Lennon (cuyo libro había sido publicado en el Reino Unido aproximadamente tres años antes), él se convenció de que Dodgson había estado enamorado de Alice Liddell. Esta nueva línea tan audaz era lo que Taylor necsitaba: encontró un editor y su libro The White Knight: fue publicado por fin en 1952, con la nueva teoría sobre Alice haciendo malabares en los bordes de un análisis matemático largo y meticuloso. En las partes revisadas del libro de Taylor se tomó la suposición provisional de Lennon y se convirtió en certeza. Taylor estaba convencido de que Dodgson se había enamorado de Alice cuando ella tenía aproximadamente siete años y la había visto crecer y alejarse de él sin declararle su pasión:

No me cabe duda de que Dodgson estaba, de alguna manera, enamorado de esta heroína ni de que la ruptura de la relación con Alicia fuera la mayor decepción en la vida de Carroll. [Alexander L.Taylor, The White Knight (Edinburgh: Oliver & Boyd, 1952) Preface, p.V]

El mayor inconveniente de Taylor era, al igual que le ocurría a Lennon, una carencia completa de cualquier prueba que apoyara su punto de vista. Los Dodgson, como de costumbre, no cooperaban. Los Liddell, representados por el hijo de Alice, Caryl Hargreaves, no aprobaron su idea. Lo único que tenía era un vacío que él llenó con su propia imaginación y con la ayuda de la opinión popular. Como Reed antes de él, y con mucha menos saña y erudición que Lennon, Taylor hizo una conjetura sobre lo que las pruebas hubieran corroborado en el caso de que se le hubiera permitido verlas y que hubiera escrito su libro en consecuencia. El resultado fue una fantasía o, mejor dicho, un romance. No era, bajo ningún criterio, una biografía.

Para encontrar algo que reforzara su teoría, Taylor fue forzado a basarse de forma desproporcionada en asunciones e inferencias. Se vio obligado a construir una tesis sobre la pasión de toda una vida basándose en dos poemas de amor ’ninguno de los cuales parecía referirse a Alice Liddell’. El primer poema, “Faces in the Fire” [N. de T.: “Rostros en el fuego”), es realmente una fantasía sobre un hombre que rememora el pasado por un amor perdido que es ya una mujer madura (Alice tenía siete años cuando Dodgson escribió el poema); y el segundo, “Only a Woman's Hair” [[N. de T.: “Sólo el cabello de una mujer”], trata, como ya indica el título, sobre el cabello de una mujer. Taylor concluyó que ambos trabajos estaban dedicados a Alice porque la heroína del primer poema era morena (y, en efecto, Alice lo era), y se menciona el pelo oscuro en el otro. Sin embargo, las dos morenas que aparecen en “Only a Woman's Hair”son incuestionablemente mujeres adultas ’una señorita con “queen-like face”(“rostro parecido al de una reina”) y una “wanton' gypsy”(“gitana lasciva”) — y la única niña mencionada en el poema es rubia.

Pero a pesar de estas dificultades obvias, el libro de Taylor no fue sólo influyente dentro del ámbito de los estudios de Carroll, sino que era sentó las bases de estudios posteriores. Su teoría de que Alice (“ella y sólo ella”) era el amor perdido de Lewis Carroll [pps de Taylor 32-3] todavía es, a día de hoy, una imagen central de la biografía. Como otros aspectos tradicionales que hemos considerado aquí, nunca ha sido puesto a prueba, nunca se ha percibido que deba de ser contrastado con evidencias objetivas. Se cree en ello, simple y llanamente, como si de un artículo de fe se tratara.

Con la publicación de The White Knight [N. de T.: El Caballero Blanco], y la diseminación de la idea de que Alice Liddell era la pasión de su vida, la imagen popular y académica moderna de Lewis Carroll estaba más o menos completa. La biografía de Derek Hudson, publicada dos años más tarde, retomaba la imagen del siglo XIX de Lewis Carroll como un santo benefactor de los niños, ajeno a las desviaciones sexuales que se le atribuían. Recibió el apoyo entusiasta de la familia Dodgson, que siguió sosteniendo la inocencia de la biografía original de Collingwood. Sin embargo, estas opiniones se encontraban tan alejadas de la imagen popular de Carroll que nunca fueron populares. A mediados del siglo XX tenía más tirón la represión y los trapos sucios que representaba la hipótesis de Taylor y, por consiguiente, ésta fue la que permaneció. Ya sea por una especie de amnesia selectiva que parece estar arraigada en algún inconsciente colectivo del que habla Jung, ya sea por invención, fantasía y una determinación férrea de creer, la posteridad había adquirido la imagen de Carroll que deseaba.

Sólo después de completar este ciclo de creación del mito surgió la prueba ’aún incompleta’ sobre la vida de Charles Dodgson. En 1953, una versión corregida del diario privado de Dodgson fue publicada en dos volúmenes. Esto significó que por primera vez desde su muerte el público y la academia tenían acceso a algunas pruebas sobre el Dodgson de carne y hueso. Dieciséis años más tarde los diarios manuscritos completos fueron vendidos a la British Library. Una edición publicada de las cartas de Dodgson fue publicada en 1979. Pero los siguientes veinte años iban a mostrar claramente que una leyenda octogenaria no es intimidada por unos cuantos trozos de papel.

Sería agradable que la vida fuera así de simple y que nuestro mejor trabajo siempre fuera el que más se ciñera a la realidad. Pero, lamentablemente, se pueden encontrar trazos autobiográficos entre la escoria tanto como en cualquier otro lugar. Pero la poesía seria de Dodgson está muy lejos de poder ser considerada como escoria. Es desigual, es extraña, pero tiene un mérito artístico y un significado biográfico considerable. El rechazo del que ha sido víctima ha tenido un efecto grave en el progreso de entender la vida de Dodgson. Esto ha ayudado a consolidar la idea en la mente académica y popular de que Alicia es Carroll, y que Carroll, en su totalidad, es Alicia.

Pero antes de que continúe analizando cómo ha capeado el mito de Carroll las nuevas pruebas emergentes, creo que deberíamos dedicarle un momento a explorar la naturaleza en sí misma de estas evidencias, y cómo es que estuvo oculta tanto tiempo.

Referencias

Taylor, Alexander. The White Knight.: Edimburgo: Oliver & Boyd, 1952.


Last modified 28 June 2008; traducido 18 January 2010