[••• = disponible sólo en Inglés. Traducción de Noelia Malla García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

Resulta indudable la relevancia del papel que juega el inconsciente al modelar la novela de Wilde, pese a su convicción de saber lo que estaba haciendo. Como afirma el personaje de Lord Henry:

Las pasiones sobre cuyo origen uno se engaña son las que más tiranizan. Los motivos que mejor se conocen tienen mucha menos fuerza. Cuántas veces sucedía que, al creer que se experimenta sobre otros, experimentamos en realidad sobre nosotros mismos [Retrato 88-60]

Si Basil representa la persona de Wilde, su miedo a mostrar el cuadro de Dorian en público está bien fundamentada: “La razón de que no exponga el cuadro es que tengo miedo de haber mostrado el secreto de mi alma” (Retrato 17). Entre 1888 y 1891, gran parte de la obra de Wilde trata de un joven de gran belleza: por ejemplo, “The Happy Prince” (May 1888), “The Young King” (Christmas 1888), The Portrait of Mr W.H. (1889/1894) y, por supuesto, su novela. Esta “imagen” aparecía en su imaginación antes de que se “proyectara” en Lord Alfred Douglas. Su amistad no sólo le condujo directamente a su humillación y encarcelamiento si no que, además, ejerció demasiada presión sobre su matrimonio hasta el punto de romperlo.

La relación de mi argumento con Wilde puede demostrarse con una carta que escribió a Lily Langtry a finales de noviembre de 1883: “Me voy a casar con una bella mujer llamada Constance Lloyd, una pequeña Artemisa grave y ligera, de ojos violetas, con largas espirales de pelo castaño que hacían que su cabeza floreciera en plenitud, y con unas maravillosas manos de marfil que producían una música tan dulce del piano que los pájaros paraban de cantar para escucharla (1962, p. 154). Esto se escribió más de seis años antes de El retrato de Dorian Gray, en el que Sibyl se describe casi en términos idénticos (see p. 50). Inevitablemente, la cambiante forma de vida de Wilde a finales de la década de 1880 provocó que aquélla se volviese más demandante; véase Bentley (1983) y Amor (1983).

La importancia de Sibyl en la novela no puede exagerarse. No sólo la relación de Dorian con ésta forma la base de una parte considerable de la narración, sino que además constituye el eje psicológico. En el núcleo de El retrato de Dorian Gray, yace una traducción de una experiencia “auténtica” de lo femenino hacia una experiencia “falsa” de lo masculino. Esto contiene no sólo el miedo inconsciente del autor hacia lo femenino sino, además, un temor a sus propios deseos admitidos con respecto a lo femenino. Lord Henry le dice a Gladys: “Sólo podemos tener una experiencia en la vida, y el secreto es reproducirla con la mayor frecuencia posible” (Retrato 278). Wilde se esforzaba por poner en práctica dicha teoría, pero fue cruelmente penalizado por su inapropiada obsesión con un joven. El hecho de que la ficción anteceda a la “vida real” sugiere no sólo que lo inconsciente percibe más que la conciencia, sino que, además, si no se presta atención a las advertencias, anticipará a la vida incluso hasta su trágico final.

Temor a lo femenino en El retrato de Dorian Gray

Modificado por última vez el 22 septiembre de 2009; traducido el 8 de febrero de 2012