[Traducción de Adriana Osa revisada y editada por Esther Gimeno y Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

World as chessboard Poco después de su aceptación el la cultura occidental y una vez que la Iglesia aceptara que no era constituía ninguna herejía, el ajedrez fue asimilado como una metáfora de varias actividades humanas. Sin embargo, si se considera cómo textos medievales como Huon of Bordeuz (c. 1200) y Garin de Montglane (siglo XIII) hacen uso del ajedrez como metáfora para demostrar la necesidad de preservar las jerarquías sociales y políticas, y cómo un dramaturgo renacentista como Thomas Middleton en Una partida de ajedrez (A Game at Chess ) (1624) utiliza el juego para representar la trama del conflicto entre Inglaterra y España, uno podría verse tentado a lanzar la hipótesis de que en un contexto literario el juego no es más que un vehículo para una alegoría. De cualquier modo, los escritores del siglo XIX reconocieron que, además de servir como una construcción alegórica, el ajedrez podía ser utilizado como una metáfora de cualquier sistema complejo que subordina a los participantes a un conjunto de reglas bajo las cuales han de jugar. La exploración de esta idea aúna tres textos victorianos que, de otra manera, no serían puestos uno al lado del otro si de un análisis crítico se tratara: La inquilina de Wildfell Hall de Anne Brontë (1848), Un par de ojos azules de Thomas Hardy (1873) y Alicia a través del espejo de Lewis Carroll's (1872).

La metáfora del ajedrez funciona como un mecanismo que simboliza cómo los personajes centrales femeninos de estas obras llegan a un punto muerto en sus intentos por conseguir autonomía. Todos los caminos de estos personajes, aunque diferentes entre sí, tratan sobre el proceso de un peón que viaja por un tablero hasta convertirse en reina; sin embargo, lo que reconocen Brontë, Hardy y Carroll es que este proceso no es, en ningún caso, satisfactorio. De hecho, sólo sirve para revelar en qué medida están Helen, Elfride y Alicia atrapadas en un juego en el que la sociedad victoriana les había asignado un papel secundario.

Hay un movimiento general hacia una integración más compleja del motivo del ajedrez en la novela si observamos el desarrollo primero en Brontë, luego en Hardy y, finalmente, en Carroll. La fortuita escena de ajedrez en la novela de Brontë es una reminiscencia del uso que hace Thomas Middleton en Women Beware Women, y es menos sofisticada que las logradas por Hardy o Carroll, puesto que el realismo moral de Brontë no posee los toques creativos que se pueden encontrar tanto en el uso simbólico de los recursos literarios en Hardy como en el uso de lo fantástico en Carroll. Sea como fuere, Brontë yuxtapone la partida de ajedrez al descubrimiento por parte de Helen de la infidelidad de Huntingon para demostrar cómo su heroína se encuentra atrapada en un juego en el que ella misma ha aceptado participar.

Si Brontë sugiere que las relaciones son como partidas de ajedrez jugadas según ciertas reglas que limitan la habilidad de una mujer por competir, Hardy va mucho más allá al utilizar el ajedrez para mostrar cómo su universo de Wessex es en sí un ambiente cambiante de juego repleto de obstáculos y conflictos que resultan catastróficos para un jugador tan poco preparado como Elfride. De hecho, la alusión de Hardy a La tempestad (The Tempest) de Shakespeare es crucial para demostrar cómo, en lo que a juegos sociales se refiere, su heroína sufre a causa de una educación dudosa por parte de su incontrolable padre. Hardy muestra más sofisticación que Brontë al usar episodios de ajedrez paralelos para comentar los progresos de Elfride en cuanto a relaciones, e incluso hace referencia a un sistema abierto específico en el ajedrez, el Muzio Gambit, cuyo conjunto de movimientos prevé las relaciones de Elfride con Stephen y Henry, así como los problemas inevitables que pone en su camino la rencorosa Reina Negra, Mrs Jethway. Al contrario que Brontë, Hardy reconoce que el destino no es tan cuidadoso al dar a las personas lo que se merecen, y que un personaje como Elfride puede pagar un alto precio por sus escarceos amorosos.

Alice and the sleeping queens

Sin embargo, ni Brontë ni Hardy logran alcanzar el nivel de Carroll en Alicia a través del espejo (Through the Looking-Glass and What Alice Found There), una obra que puede verse como una continuación de la tradición de la obra Una partida de ajedrez (A Game at Chess) de Middleton, y que no sólo incorpora el juego sino qu estructura el argumento según la solución de un problema poco ortodoxo de ajedrez. Si se debe alabar a Brontë por su retrata honesto de la mujer que se ve atrapada en un matrimonio destructivo y Hardy puede ser condenado por mostrar cómo la educación de su heroína en juegos sociales destruye sus relaciones con los hombres, el genio de Carroll reside en su habilidad para ilustrar este tipo de experiencias en un tablero de ajedrez mientras Alicia sueña con atravesar el espejo y convertirse en reina. Carroll no sólo nos quiere dar la impresión de que el progreso de una niña a la edad adulta es como el ascenso de un peón en el ajedrez, sino que en su lugar integra estos dos conceptos en una misma experiencia. Asimismo, Carroll mantienen al lector fuera de guardia creando un problema poco ortodoxo de ajedrez y unos curiosos personajes, dando la sensación de estar atrapados nosotros mismo en una partida. El resultado de todo esto es que nos vemos arrastrados al juego Carroll incluso cuando somos meros espectadores, y el mareo que esto nos produce nos ayuda tanto a compartir la sensación de frustración de Alicia como a apreciar las implicaciones subyacentes del motivo del ajedrez en la narración.

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Last modified 28 June 2008; traducido 18 January 2010