[••• = disponible sólo en Inglés. El autor ha compartido amablemente el presente ensayo con los lectores de la Victorian Web, éste se publicó en enero de 2003 en la revista The Wildean: A Journal of Oscar Wilde Studies, publicado por la Oscar Wilde Society. Nuestros agradecimientos a Donald Mead, presidente de The Oscar Wilde Society, por su ayuda. Traducción de Noelia Malla García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

Uno de los personahes secundarios de la novela El retrarto de Dorian Gray es empresario judío, Isaac, que dirige el teatro en el que actúa el personaje de Sibyl Vane. [El personaje de Isaac aparece tanto en la version breve de El retrato de Dorian Gray (1890), que se publicó en serie en la revista Lippincott, como en la versión completa de 1891] El empresario judío forma parte de un ambiente vulgar, pero el relato incide en su origen judío. El personaje aparece por primera vez en el cuarto capítulo de la novela cuando el personaje de Dorian le dice a Lord Henry:

En la entrada había un judío horrendo, con el chaleco más exótico que he visto en mi vida y fumando un cigarro apestoso. El cabello le caía en bucles grasientos y en mitad de una sucia camisa resplandecía un enorme diamante. ‹‹¿Un palco, señor?››, dijo al verme, y se quitó el sombrero con un aire increiblemente servil. Había algo en él que me divirtió, Harry. ¡Era tan monstruoso! [Retrato 74]

La antipatía de Dorian por el personaje de Isaac no es una cuestión meramente personal, pues conlleva alguna connotación antisemita. El personaje de Dorian muestra su antipatía una y otra vez. Momentos después de la escena anterior, dice:

La primera noche que estuve en el teatro, el horrible judío se presentó en el palco después de que terminara la representación y se ofreció a llevarme entre bastidores y presentármela (…) Es un ser insufrible, pero Shakespeare le apasiona. Ya me ha dicho, visiblemente orgulloso, que sus cinco bancarrotas se debeiron enteramente a ‹‹el Bardo››, como insite en llamarlo. Parece considerarlo un timbre de gloria. [79]

El personaje de Sibyl Vane también muestra aversión por el personaje de Isaac. Al inicio del capítulo cinco, cuando su madre insiste en que sea cortés con aquél ya que le ha dejado dinero, a este respecto Sibyl responde: “No es un caballero, madre, y me desagrada mucho la manera que tiene de hablarme” (Retrato 90). Esro implica que el personaje de Isaac tiene los ojos puestos en ella. El ruego de la madre, además, pone de relieve la actitud poco comprensiva con su hija: su único interés reside en explotar laboralmente a su hija.

Aquella noche, por alguna razón, el teatro estaba abarrotado, y el gordo empresario judío que los recibió en la puerta, sonriendo trémulamente de oreja a oreja con expresión untuosa, procedió a escoltarlos hasta el palco con pomposa humildad, agitando sus gruesas manos y hablando a voz en grito. Dorian Gray sintió que le desagradaba más que nunca. Le pareció que viniendo en busca de Miranda se había encontrado con Calibán. A lord Henry, por el contrario, más bien le gusto. Al menos eso fue lo que dijo, e insistió en estrecharle la mano, asegurándole que estaba orgulloso de conocer al hombre que había descubierto a una joya de la interpretación y que se había arruinado a causa de un poeta. [117]

La simpatía del personaje de Lord Henry por Isaac es una muestra más de su carácter paradójico. Unos momentos más tarde, durante la desastrosa actuación de Sibyl Vane, la audiencia pierde interés y comienza a hablar en alto y a silbar. Wilde describe la reacción tosca del empresario judío: “El empresario judío, de pie tras los asientos del primer anfiteatro, golpeaba el suelo con los pies y protestaba indignado” (121-22). Esta es la última aparición del personaje. Tras la muerte de Sibyl el lector no vuelve a saber nada más del empresario judío.

De todo lo anteriormente expuesto, cabría preguntarse si Wilde se complace de ese arrebato antisemita o si hay algún motivo desconocido para retratar al personaje del empresario judío de forma hostil. Me inclino a pensar que la respuesta yace en la naturaleza de la novela de Wilde. Sin excepción alguna, los personajes de El retrato de Dorian Gray representan varios movimientos artísticos del siglo diecinueve. No sólo el personaje de Sibyl Vane es ajeno al arte. Basil Hallward, por ejemplo, recuerda al inicio de la novela a como pintor. Rossetti pintaba en su etapa inicial a mujeres bellas de apariencia inocente; el personaje de Basil hace lo mismo, pero a diferencia de Rossetti, se concentra en un joven. Más adelante en la novela, Basil puede relacionarse con John Ruskin. En gran medida, el personaje de Lord Henry Wotton representa el “retrato imaginario” de Wilde sobre Walter Pater. Como observa Richard Ellmann: “El personaje de Lord Henry siempre está citando sin conocimiento alguno de la obra Estudios de la historia del Renacimiento, de Pater. El plagio supone una gran afrenta y, sin embargo, éste se apodera de los mejores pasajes” (317). Se supone que el personaje de Wotton representa a Pater, pero la obra de éste se malinterpreta por los jóvenes fascinados por elRenacimiento (•••texto). Dorian existe tanto como retrato como personajeen la novela. Mientras se va corrompiendo se convierte se convierte en una figura decadentista mientras que el cuadro refleja el análisis obsesivo y extremo del arte decadentista sobre el mal en la naturaleza humana. El personaje de Sibyl Vane representa un movimiento inocente de la literatura inglesa. Puede relacionarse con las heroínas shakespearianas o con la poesía inicial de Tennyson, que trataba del artista aislado en un mundo de belleza artística. Como la Lady of Shalott, a quien recuerda cuando le dice a Dorian: “Me he cansado de las sombras” (Retrato 125) sale de este mundo decadentista que le llevará a la muerte. Incluso los personajes secundarios tienen relación con los movimientos artísticos victorianos. El personaje de Jim Vane y su madre, por ejemplo, parecen sacados del melodrama propio de la época victoriana. El autor de la novela hace esto evidente cuando el personaje de Sibyl le dice a su hermano: “No te pongas tan serio, Jim. Eres como uno de los héroes de esos melodramas estúpidos que a nuestra madre tanto le gustaba representar” (Retrato 102). Respecto a la representación del judío en la literature inglesa moderna, véase Constructions of “the Jew' in English Literature and Society: Racial Representations, 1875-1945 de Bryan Cheyette (Cambridge University Press, 1993), que no menciona el personaje de Isaac en la obra de Wilde.

El empresario judío empalagoso es una figura recurrente en la literatura popular de la época de Wilde, por tanto, no cabe duda de que Wilde pretendía que dicho personaje contribuyese a la atmósfera vulgar que rodeaba al personaje de Sibyl. El personaje del empresario judío sería el equivalente del personaje de Caliban. Wilde lleva el antisemitismo hasta el punto de la parodia. Por tanto, bajo mi punto de vista, que ofrezco simplemente como una hipótesis académica, el personaje de Isaac es una respuesta del autor a George Eliot. La novela Daniel Deronda (1876), de George Eliot constituye el ejemplo más destacable de la representación de la comunidad judía en las décadas finales del siglo. En el personaje de Daniel Deronda se representa una actitud amable hacia la comunidad judía, así la autora critica a la sociedad inglesa no judía. Wilde detestaba la obra de Eliot. En el ensayo “La decadencia de la mentira” (•••texto), escrito poco después de El retrato de Dorian Gray, el autor enumera y critica a los novelistas por haberse desmarcado de la ficción en favor del realismo. Wilde asociaba a Eliot con Zola y la veía como parte de un movimiento cuya idea conducía a aquel terrible enemigo del esteticismo, esto es, el naturalismo. Es cierto que Eliot era una autora realista y, con frecuencia, critica sin piedad al analizar las motivaciones de sus personajes. Abandona esta actitud solo una vez al presentar el personaje de Daniel Deronda en particular y a la comunidad judía en general. El personaje de Deronda es inusitadamente idealizado por George Eliot. A diferencia de sus otros personajes, Deronda es, simplemente perfecto.

El personaje de Isaac puede interpretarse como una parodia del personaje de Daniel Deronda. Aunque esto no puede probarse, hay indicadores que apuntan a esa interpretación. George Eliot describe el personaje de Deronda como un “joven apuesto de apariencia distinguida” y, por supuesto, impecablemente vestido y perteneciente a la clase alta. Daniel Deronda se presenta en una escena memorable en la que el personaje de Gwendolen Harleth está jugando a la ruleta mientras que Deronda la observa con desdén:

But in the course of that survey her eyes met Deronda's, and instead of averting them as she would have desired to do, she was unpleasantly conscious that they were arrested how long. The darting sense that he was measuring her and looking down on her as an inferior, that he was of different quality from the human dross around her, that he felt himself in a region outside and above her, and was examining her as a specimen of a lower order, roused a tingling resentment which stretched the moment with conflict. [pp. 3-4]

Durante la observación sus ojos se encontraron con los de Deronda y en lugar de esquivarlos, como habría deseado hacer, se percató de que coincidían de manera incómoda durante demasiado tiempo. La aguda sensación de que él la examinaba y la miraba como inferior, que era de una cualidad distinta al resto de la escoria humana a su alrededor, de que se situaba en una region fuera y por encima de ella, y que la examinaba como a un espécimen de orden inferior le produjo un comezón de resentimiento que alargó el momento con conflicto. [pp. 3-4]

La superioridad del judío Daniel ante la gentil Gwendolen se establece al comienzo del relato y se confirma a lo largo de la novela. Wilde invierte y exagera esta situación en la relación entre los personajes de Dorian y el empresario Isaac. Es Dorian el joven, apuesto y rico caballero ingles quien mira con aires de superioridad al empresario judío.

Más adelante en la novela, George Eliot se centra en las manos de Daniel Deronda y las describe así:

Look at his hands: they are not small and dimpled, with tapering fingers that seem to have only a deprecating touch: they are long, flexible, firmly-grasping hands, such as Titian has painted in a picture where he wanted to show the combination of refinement with force. [p. 137]

Mira sus manos: pequeñas y con hoyuelos, con dedos que golpean ligeramente y parecen desaprobar el roce: largas, flexibles, manos que se aferran cuan Tiziano pintase en un cuadro en el que quería mostrar la combinación de refinamiento y fuerza. [p. 137]

Hay otro foco narrativo, aunque menos extensor, en las manos de Isaac en El retrato de Dorian Gray. El narrador observa que tiene “gruesas manos enjoyadas” (117) que agita mientras habla. Las manos de Isaac, a diferencia de las de Deronda, están sudorosas, son vulgares y repulsivas.

En otra memorable escena de Daniel Deronda, el narrador observa que Daniel es un músico aventajado:

Daniel had not only one of those thrilling boy voices which seem to bring an idyllic heaven and earth before our eyes, but a fine musical instinct, and had early made out accompaniments for himself on the piano, while he sang from memory. Since then he had had some teaching, and Sir Hugo, who delighted in the boy, used to ask for his music in the presence of guests. [p. 124]

Daniel tenía, además de una de esa voces sensacionales de juventud, que parecen llevar consigo un cielo y una tierra idílicas antes nuestros ojos, un fino instinto musical, y había creado piezas de acompañamiento al piano para sus propias canciones, que cantaba de memoria- Desde entonces había recibido clases y Sir Hugo, encantado con el chico, reclamaba su música en la presencia de invitados. [p. 124]

Sin embargo, cuando su tío, el señor Hugo, le sugiere que se dedique a la carrera musical, Daniel desdeña dicha posibilidad y se muestra contrariado: “ Que Sir Hugo hubiese pensado en él ni siquiera por un momento le parecía a Daniel una prueba irrefutable the que existía algo en su nacimiento que le hacia destacar entre la clases de caballeros a lo que el baron pertenecía.” (“That Sir Hugo should have thought of him in that position for a moment, seemed to Daniel an unmistakable proof that there was something about his birth which threw him out from the class of gentlemen to which the baronet belonged”; p. 125). Wilde contrapone esta escena cuando el personaje de Dorian afirma durante la interpretación de Sibyl: “Había una orquesta detestable, presidida por un hebreo joven sentado ante un piano desafinado que casi me echó del teatro” (76). Esta inversión, además, sugiere una connotación antisemita que va más allá de la figura de Isaac.

En la novela de Eliot, el personaje de Daniel se convierte en el mentor de Gwendolen hasta que finalmente la salvará. Lo mejor que le ocurre al personaje de Gwendolen es conocer a Daniel. La relación del personaje de Isaac con Sibyl, por el contrario, es bien distinta, ya que el propósito de aquél consiste en utilizarla en su propio beneficio. A este respecto, Dorian le dice a Lord Henry: “Luego hemos de arrancarla de las manos de ese Viejo judío. Está atada a él por tres años, al menos dos años y ocho meses, desde el momento presente. Tendré que pagarle algo, por supuesto (82).Cuando Gwendolen se entera de que su familia ha caído en la bancarrota y empeña su collar, Daniel lo reclama y vuelve a enviárselo de forma anónima. Por el contrario, el personaje del empresario judío facilita dinero a Sibyl Vane con el fin de aumentar sus propios beneficios. Mientras que el personaje de Daniel es desinteresado y generoso, Isaac es egoísta y avaro. Le interesa Sibyl por razones económicas y sexuales, mientras que el interés de Daniel por Gwendolen es simplemente humano.

Finalmente, después de que Daniel Deronda conozca su identidad judía, abraza el Sionismo y decide abandonar Inglaterra y viajar al Medio Oriente para fundar un estado judío para sus semejantes. A este respecto también, el personaje de Isaac representa su polo opuesto, pues no solo permanece en Inglaterra sino que además se aferra tenazmente a la cultura inglesa, especialmente a su más ilustre representante: William Shakespeare. El personaje de Isaac nunca abandona las obras de Shakespeare e incluso se enorgullece de haberse arruinado cinco veces por haber financiado cinco representaciones de obras de “el bardo”. Dicha ruina resulta simbólica, ya que Shakespeare mejor que nadie estableció la imagen negativa de la figura del judío en la literatura inglesa en su representación del personaje de Shylok en El mercader de Venecia. Así, Shakespeare ha arruinado a Isaac no solo económicamente sino también culturalmente, racialmente, religiosamente y socialmente. Podría argüirse que para el personaje de Isaac seguir aferrándose al “bardo” resulte patético, pero para George Eliot —parece defender Wilde— intentar revertir la imagen del judío establecida por Shakespeare resulta incluso más patético y fútil. Por tanto, en el personaje de Isaac, Wilde no está solo está obrando dentro del marco de la tradición shakespeariana sino que también revierte la simpatía idealizada de George Eliot en el personaje de Daniel Deronda y la comunidad inglesa judía. Wilde presenta al personaje de Isaac como el ideal real de Eliot —Zola— habría hecho, situándolo en un escenario naturalista formando parte íntegra de dicho escenario.

Pero la cuestión sigue sin resolverse: ¿La actitud de Wilde en El retrato de Dorian Gray es antisemita o simplemente ataca a George Eliot? No hay trazo alguno de antisemitismo en ninguna otra obra de Wilde. En su vida personal, además, Wilde tuvo varios amigos judíos, la más relevante fue Ada Leverson a quien llamaba “la esfinge”. Su amistad con Ada Leverson comenzó antes de que se publicase El retrato de Dorian Gray y continuó hasta el fin de sus días. Mantuvo correspondencia con ella sobre su novela, pero no hay mención alguna al personaje de Isaac en sus cartas. Resulta plausible la posibilidad de que Ada Leverson —quien más adelante se convertiría en una novelista de éxito— entendiese el propósito de Wilde en su novela y que ésta lo aceptase. Leverson era una de las invitadas de Wilde en el estreno de La importancia de llamarse Ernesto y, de hecho, tras el triste acontecimiento judicial de Wilde y tras el rechazo de sus antiguos amigos, ella y su marido le apoyaron hasta el final. Durante la celebración de los juicios, por ejemplo, Wilde se alojó en el domicilio del matrimonio e incluso Ernest Leverson le visitó en la cárcel. Tras su puesta en libertad Ada Leverson estaba esperándole para recibirle. Desde luego, esto no supone ninguna evidencia de cualquier tendencia antisemita. En mi opinion, cabe mencionar que si George Eliot no hubiera escrito nunca la novela Daniel Derronda, no habría existido el personaje de Isaac ni mención alguna a la comunidad judía en El retrato de Dorian Gray.

No obstante, esto no exonera a Wilde de la acusación de insensibilidad. Resulta complicado imaginarse a un judío leyendo la novela de Wilde sin sentirse ofendido por los pasajes sobre el personaje de Isaac. Además, algunas ediciones recientes de El retrato de Dorian Gray han recurrido a la manipulación editorial para atenuar o eliminar las alusiones de carácter antisemita. Se elimina la palabra “judío” y se sustituye por “hombre” o “empresario” donde proceda (véanse las ediciones de la novela de Dell Laurel y Signet, por ejemplo). Es cierto que ninguna organización judía protestó en la época de Wilde por la imagen que revela el personaje de Isaac. Esto demuestra que la comunidad judía en la época de Wilde era débil, desorganizada y sin influencia alguna en la opinión social. Era una comunidad discreta, trataba de mezclarse con la sociedad no judía de la que formaban parte y esperaban que otros —quizá una nueva George Eliot— saliese en su defensa.

Me gustaría finalizar este ensayo afirmando que ofrezco esta interpretación del personaje de Isaac con la esperanza de haber seguido el dicho de Arnold y haber visto “el objeto tal y como es en sí mismo”. Sin embargo, si he perdido la señal, estoy seguro de que al menos Wilde estaría encantado por este ejemplo de “el crítico como artista” y de haber incidido en que la mejor crítica es creativa y subjetiva al ver “el objeto como realmente no es”. Dejo a mis colegas juzgar si he seguido el consejo de Wilde o el de Arnold.

Obras citadas

Cohen, Philip K.The Moral Vision of Oscar Wilde. Rutherford, NJ.: Fairleigh Dickinson University Press, 1978.

Eliot, George. Daniel Deronda. New York: Harper, Colophon Edition, 1966.

Ellmann, Richard. Oscar Wilde. New York: Knopf, 1988.

Hart-Davis, Rupert, ed. Letters of Oscar Wilde. New York: Harcourt, Brace and World, 1962.

Nassaar, Christopher S. Into the Demon Universe: A Literary Exploration of Oscar Wilde. New Haven: Yale University Press, 1974.

Raby, Peter. Oscar Wilde. Cambridge: Cambridge University Press, 1988.

Shewan, Rodney. Oscar Wilde: Art and Egotism. London: Macmillan, 1977.

Wilde, Oscar. Complete Works of Oscar Wilde. Third Edition. Glasgow: HarperCollins, 1994.


Modificado por última vez el 22 septiembre de 2009; traducido el 9 de febrero de 2012