[••• = disponible sólo en Inglés. Traducción de Noelia Malla García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

El enfoque más apropiado para presentar la obra de un sabio es recordando el pasaje introductorio a los Proverbios del Rey Salomón:

Para aprender sabiduría e instrucción, para entender los discursos profundos, para alcanzar instrucción y perspicacia, —justicia, equidad y rectitud—, para enseñar a los simples la prudencia, a los jóvenes ciencia y reflexión, para descifrar proverbios y enigmas, los dichos de los sabios y sus adivinanzas. Que atienda el sabio y crecerá en doctrina, y el inteligente aprenderá a hacer proyectos. El temor a Yahveh es el principio de la ciencia; los necios desprecian la sabiduría y la intrucción [Proverbios 1:1-7]1.

Añádase a lo anterior la voz de socorro:

Su propio descarrío matará a los simples, la despreocupación perderá a los insensatos. Pero el que me escucha vivirá seguro, tranquilo, sin temor a la desgracia. [1:32-33]

Este pasaje sirve de resumen para que George P. Landow esboce los requisitos del arquetipo del sabio, éstos son: la comprensión de los sutiles augurios de Dios, la fluidez en la utilización de recursos literarios como la metáfora, la parábola, la paradoja, etc., lacapacidad para que el individuo se sitúe a una distancia de la realidad para establecer vínculos entre la moral y la política; tener suficiente credibilidad y rigor para comunicar este entendimiento; tener compasión e inteligencia para ofrecer a la audiencia un medio de escape.

El ensayo Elegant Jeremiahs (texto), de George P. Landow explica la figura y la obra del sabio, y aparentemente resume el ámbito del género y lo limita a ejemplos del siglo diecinueve como John Ruskin y Thomas Carlyle. Estos sabios —ejemplos indiscutibles de los grandes pedagogos del siglo— pueden, a pesar de la naturaleza excéntrica e individualista que les caracteriza, ser clasificados en un grupo basado en factores como el conservadurismo social y su devoción inequívoca a la convención moral. Su talla no se limitaba a su obra ya que eran respetados por la sociedad y, en definitiva, honraban al profeta bíblico. Landow ofrece más ejemplos del siglo veinte presentando figuras tan excéntricas y únicas como •••Tom Wolfe y Norman Mailer. Cabría preguntarse si para la sociedad del siglo diecinueve resultaba imposible atender a la sabiduría del sabio a través de un medio no convencional. ¿Acaso debía el sabio estar siempre en la austera posesión de sí mismo al igual que el disciplinado y diligente John Ruskin? ¿Había algún escritor que dispusiera del consejo del sabio que añadiese alguna novedad a lo anteriormente dicho?

Con el fin de ampliar la selección de escritores sabios del siglo diecinueve se prestará atención a la figura extravagante, paradójica e “inmoral” de Oscar Wilde y, con ello, se tratará de demostrarque la voz de la perdición y el ingenio provenía tanto del fulgor del siglo diecinueve como de la época medieval. La extraña novela gótica El cuadro de Dorian Gray, enmarca al autor en el criterio de la ya referida clasificación de sabios del siglo diecinueve. Recurre a un simbolismo directo — aunque no por ello menos elemental para un autor que recurre constantemente a la paradoja— con el fin de enseñar su sabiduría. El personaje de Dorian Gray puede interpretarse como el “bello joven” — la esperanza de representar la siguiente generación. ¿Admitirá el consejo de Basil Hallward en tanto que pintor y amante de la verdad y la sinceridad para establecer una moralidad, integridad y enriquecimiento espiritual bajo su rostro de rosas? ¿O, acaso, sucumbirá al declive moral que, por otra parte, corrompió a sus padres, simbolizados en el personaje de Lord Henry Wotton? Aunque otros decadentistas, como Max Beerbohm se sirven de los recursos del sabio con el fin de elaborar un mensaje confuso e inmoral que parodie a sabios como Ruskin, cabría afirmar que El cuadro de Dorian Gray, de Oscar Wilde, constituye una representación fiel de los recursos del sabio, ya que el mensaje del texto es de sinceridad, moralidad e incluso, del antidecadentismo.

La novela de Dorian Gray, en tanto que advertencia del sabio, es necesariamente compleja y confusa: no hay que olvidar que está escrita por Oscar Wilde. Algunos críticos literarios se han preguntado en diversas ocasiones si los personajes de Wotton o Hallward expresan la voz de Wilde; otros críticos han analizado la posibilidad de que Wilde plasmase elementos propios no sólo a ambos personajes sino también a Dorian Gray. Esto hace que Wilde resulte un autor mucho más confuso cuando se vacila en colocarle entre los sabios, ya que el escritor sabio representa una persona de culto — incluso en la ficción, el narrador sabio está próximo al autor. En tanto que el mensaje y la biografía del profeta bíblico resultan inseparables, así resulta para los escritores sabios modernos. El profesor Landow así lo demuestra cuando afirma que “el sabio debe inevitablemente retirarse del grupo de hombres para decir la verdad”. El sabio se encuentra aparte del mundo que critica, pero critica su mundo; no pertenece a ninguna otra comunidad y su tema a debatirse encuentra inexorablemente relacionado con su propia biografía. Por tanto, el sabio debería posicionarse por encima de su audiencia no sólo por cuanto se refiere a entendimiento, sino también al estilo de vida. El sabio debe aprehender la trascendencia que ha descubierto.

Sin embargo, aunque la mayoría de los sabios tradicionales pueden pasar al olvido por cualquier fallo, Wilde pasa a la posteridad como un pecador que no se arrepiente. Tanto en su vida personal como en su obra literaria no sólo se muestra entre lo inmoral y amoral de la sociedad que se cuestiona en Dorian Gray, sino que él mismo se erige como eje vertebrador. Es más, la moral de la que se desmarca —la misma sociedad que le denostó en términos morales tras la publicación de su novela— es la que imperaba a lo largo del siglo diecinueve. La novela tuvo una excelente acogida entre los estetas, tanto es así que leían El cuadro de Dorian Gray una y otra vez convirtiéndose así en su novela de cabecera. Cabe preguntarse, entonces, por qué el sabio —ese individuo alienado de la sociedad— es acogido por el grupo social que reprueba y, sin embargo, es rechazado por la corriente dominante que parece defender al destruir al personaje de Gray, que considera que la belleza es superior a la moralidad. Quizá Wilde, en tanto que sabio, representa el amanecer de una nueva corriente literaria del siglo veinte en la que autor y narrador se distancian con más facilidad con el fin de que el idealismo epicureano propugnados en El cuadro de Dorian Gray sean proclamados por el narrador, ideal abstracto del autor cuya biografía carece, en efecto, no ya de pureza bíblica sino también de adhesión a los ideales del filósofo clásico que admiraba. Ante la emergencia de la corriente freudiana caracterizada por la multiplicidad de personalidades y luchas internas del individuo entre la conciencia y la pulsión, quizá la incompatibilidad biográfica de Wilde suponga una nueva etapa para el sabio. En efecto, si los estetas hubiesen representado un primer indicio de una cultura sin entusiasmo que hubiese surgido en la época victoriana, ¿acaso no tendría una sociedad cansada y precavida más sabios complejos e imperfectos, esto es, más humanos? Este supuesto debería ser la situación real del sabio. Para resultar creíble, éste tendría que basarse en la sociedad a la que se dirige desde cierta distancia. Isaías y Ruskin provenían de orígenes católicos y sus enseñanzas también se dirigían a católicos, por tanto, cabría preguntarse cómo debería ser un nuevo sabio para llegar a los descarriados.

No cabe duda de que los tres personajes centrales de El retrato de Dorian Gray, cumplen con la necesidad del escritor. El personaje de Lord Henry Wotton representa el mal que hay que evitar, el artista Basil Hallward representa la figura del salvador y Gray representa el sujeto a ser salvado. Un cuadro —que representa el alma del personaje de Gray— muestra la consideración del autor sobre la capacidad del arte para discernir la verdad. En el personaje de Hallward —rechazado por sus no tan fieles amigos— podría argüirse que de algún modo Wilde es consciente de que el profeta es aquel que puede pasar su vida al margen de su grupo social. El retrato, que se encuentra oculto en el ático, constituye un reflejo grotesco de todos los males cometidos por el personaje de Gray o por el propio Wilde.

El profesor Landow afirma que los profetas del Antiguo Testamento, en tanto que arquetipos del sabio “en primer lugar llamaron la atención sobre las condiciones graves de la audiencia para, a continuación, enumerar sufrimientos individuales (26)”. El personaje de Dorian se convierte en el transmisor de muchos de los perjuicios subyacentes de la sociedad de Wilde. El personaje de Dorian Gray, por ejemplo, describe a un sacerdote corrupto dando cuenta de los artefactos de carácter religioso de su ático:

También sentía una especial pasión por las vestiduras eclesiásticas, como de hecho por todo lo referente al servicio de la Iglesia. En los largos baúles de cedro, dispuestos a lo largo de la galería oeste de su casa, había almacenado gran número de ejemplares raros y soberbios de lo que es realmente el aderezo de la Esposa de Cristo, que debe adornarse con la púrpura, las joyas y el lino de mejor calidad para ocultar su pálido cuerpo, mortificado, gastado por el sufrimiento que ella misma busca y herido por los dolores que se inflige. [Retrato 198]

La escena incide con más detalle sobre la opulencia materialista de la Iglesia y, como la desesperación de la Esposa de Cristo, el masoquismo de la escena completa el cuadro de un hombre paralizado que ha sustituido lo externo por lo interno. Los objetos y vestimestas de carácter religioso ocupan el espacio en la zona enclaustrada de la mansión donde guarda el cuadro. Dicho cuadro muestra a su propietario las heridas infligidas en su alma, heridas que muestran su propia percepción. Al empañar el santuario de la mansión con artefactos frívolos en los que un hombre no tan corrupto contempla su propia moralidad, Wilde revela a un hombre que ha hecho todo lo posible para olvidar una conciencia horrible:

Porque aquellos tesoros y todo lo que coleccionaba en su hermosa mansión estaba destinado a servirle de medio para el olvido, eran una manera de escapar, durante una temporada, al miedo que a veces le parecía casi demasiado intense para poder soportarlo. En una pared de la solitaria habitación, siempre cerrada con llave, donde transcurriera una parte tan considerable de su infancia y adolescencia, había colgado con sus propias manos el terrible retrato cuyos rasgos cambiantes le mostraban la verdadera degradación de su vida, y delante, a modo de cortina, había colocado el paño mortuorio de color morado y oro. Pasaba semanas sin subir, olvidándose de aquella espantosa pintura, recuperando la ligereza de espíritu, la maravillosa alegría de vivir, dejándose absorber apasionadamente por la existencia misma. Luego, de repente, una noche cualquiera, salía furtivamente de su casa, bajaba hasta alguno de los terribles lugares próximos a Blue Gate Fields, y allí se quedaba, por espacio de varios días hasta que lo echaban. Al regresar a su casa, se sentaba delante del retrato, a veces aborreciéndolo y aborreciéndose, pero dejándose dominar, en otras ocasiones, por ese orgulloso individualismo que supone buena parte de la fascinación del pecado, y sonreía, secretamente complacido, a la imagen deforme, condenada a soportar el peso que debiera haber caído sobre sus espaldas (Retrato 199-200).

El sufrimiento que el personaje de Gray se inflinge a sí mismo mientras se carcome el corazón, el horror que corroe su alma y el límite al que puede llegar un individuo con el fin de aliviar el sufrimiento interno son las piedras de toque de la corrupción de la sociedad. El personaje de Dorian representa vívidamente el sufrimiento a pesar de que sus características son técnicamente exageradas y su conciencia está construida de forma concreta con el fin de captar la atención.

Obsérvese las siguientes técnicas del sabio del Antiguo Testamento para mostrar que “el sufrimiento es constituye una consecuencia directa de la apostasía” y prometer que “sufrirán todo tipo de infortunios si no vuelven al redil”, dichas técnicas se recogen en los pasajes citados con anterioridad (Landow, 26). Wilde no podría haber sido más explícito al relacionar no sólo la negación sino también el abuso de la doctrina católica al plantear la metáfora de adornar su cuerpo con vestimenta púrpura y dorada sobre el espejo del alma del personaje justo antes de mencionar que la prometida de Cristo llevaba “[una vestimenta] púrpura y joyas” con el fin de ocultar “un cuerpo mortificado”. El personaje de Gray oculta el sufrimiento del mismo modo en el que el mártir oculta las cicatrices de la piedad, no obstante aquél paga espiritualmente por ello.

El personaje del pintor Basil Hallward, ruega en repetidas ocasiones al personaje de Gray que se arrepienta, del mismo modo en el que Wilde pide a sus lectores que se miren a sí mismos:

No te voy a decir que no quiero sermonearte. Recuerdo cómo Harry afirmó en una ocasión que todo hombre que, en un momento determinado, decide desempeñar el papel de sacerdote, empieza diciendo eso, y acto seguido procede a faltar a su palabra. Quiero sermonearte. Deseo que tu vida haga que el mundo te respete. Que tengas un nombre sin tacha y una reputación por encima de toda sospecha. Que te libres de esas terribles personas con las que tratas. No te encojas de hombros una vez más. No te muestres tan indiferente. Es mucha la influencia que tienes. Que se para el bien, no para el mal. Dicen que corrompes a todas las personas con las que intimas, y que cuando entras en una casa, llega, pisándote los talones, la vergüenza de una u otra especie (…) ¿Te conozco? Me pregunto si es verdad que te conozco. Antes de contestar tendría que ver tu alma (Retrato216).

El personaje de Dorian intenta encontrar su alma, pero descarta dicha posibilidad porque no llega a comprender el daño que ejercía no solo a otros sino a sí mismo. Así, el personaje de Hallward se erige como predicador —al identificarse a sí mismo con el cuadro siniestro muestra credibilidad y cierto conocimiento de la doctrina o moralidad religiosa— y reafirma la necesidad de predicar. Asimismo, ofrece el camino de la salvación: fomentar en el individuo el respeto a sí mismo para ganarse el respeto de los demás, rechazar la apatía, cuidar de los demás en lugar de engañarles. También considera la importancia del auto-conocimiento insinuando que comprende la lucha del personaje de Gray por ocultar su retrato.

El personaje de Hallward reconoce el empeño de Wilde en ajustarse a lo que Landow considera criterios de la figura del sabio, esto es, “que actos silenciosos se conviertan en voces para que sirvan como un segundo profeta Daniel que lee la escritura simbólica de la pared (42)”. El personaje de Hallward, por supuesto, cumple con esta tarea al pintar un retrato que refleja el alma o, al menos, representa el alma. Sin embargo, cuando el personaje de Dorian se acerca al cuadro en la escena final, preguntándose por qué otros hablan sobre él en realidad está intentando interpretar señales que malinterpreta. En efecto, el personaje de Dorian intenta aunar el significado de todas las motivaciones que le conducen al cuadro al mismo tiempo que Wilde sugiere al lector que revise sus propios signos vitales con los del personaje principal de la novela. Cómo no, el personaje de Hallward sera testigo del suicidio de su amigo.

Otra razón de peso para aceptar a Wilde como sabio es su habilidad para crear la impresión grotesca del retrato que pinta el personaje de Hallward. Lo •••grotesco según Landow es “un término que se utiliza para describir la discordancia antinatural”, y que el sabio toma con el fin de determinar “modelos de desorden” —por tanto, lo grotesco supone un proceso de definición en el que el sabio también participa (74). Ruskin define lo grotesco simbólico como un “término que se aplica a símbolos, alegorías y emblemas” al que los escritores recurren para representar “la apostasía del camino verdadero” mientras que Kayser lo define como “un encuentro con la locura”(Landow, 76). Estas descripciones se ajustan también al personaje de Dorian Gray y al grupo social que representa. Cada vez que éste se aleja de su destino destructor —ya sea una actriz o un joven a quien corromper— la influencia del cuadro se revela. El último pecado que comete el personaje de Dorian, esto es, el asesinato de Hallward preludia el propio final de Dorian en tanto que será el desencadenante de la enajenación final del personaje que, finalmente, destruirá el retrato para escindirse de su alma. A este respecto, el profesor Landow cita a •••Charles Haddon Spurgeon: “La multitud nunca ha sido —y posiblemente tampoco lo sea— capaz de recibir órdenes de ningún otro modo que no sea mediante parábolas” (80). Wilde, consciente siempre de su condición de escritor célebre, entiende mejor que nadie la importancia de la utilización de la parábola en cualquier narración.

Referencias

Landow, George P. Elegant Jeremiahs: The Sage from Carlyle to Mailer. Ithaca: Cornell University Press, 1991. [complete text].

Wilde, Oscar. The Picture of Dorian Gray. New York: Barnes and Noble, 1995.


Genre

Modificado por última vez el 22 septiembre de 2009; traducido el 10 de febrero de 2012