< La visión desde el Monte Pisga: imagen tipológica


[Las citas de El libro de Números y del Evangelio de San Juan proceden de la siguiente edición: Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1976. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow. La cita del Génesis que aparece má;s abajo procede de la siguiente edición: Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1976].

uppercase El Deuteronomio 34: 1-4 dice que antes de que Moisés muriera, Dios le ordenó ascender al Monte Pisga donde le concedió una vista de la Tierra Prometida. Como el Señor explica a Moisés en el Deuteronomio 32: 51-2, no podía entrar en la Tierra Prometida porque había desobedecido el mandamiento divino y había golpeado, en vez de orado, para que manara agua de la roca en Kadesh (Números 20: 1-13). La visión desde Pisga es un enfrentamiento, una confrontación entre lo humano y lo divino, entre lo temporal y lo eterno que ocurre inmediatamente antes de la muerte del profeta que ha entregado su vida para servir a Dios y a Su pueblo elegido, y que significa simultáneamente la culminación, la recompensa y el castigo por los actos de tal vida.

La historia del uso literario de la vista de Pisga se complica por el hecho de que se mezcla con frecuencia con su análogo secular, el porvenir. Los momentos de visión epifánica les acontecieron a Petrarca en el Monte Ventoux, a Dante en el Monte del Purgatorio, al caballero de la Cruz Roja de Spenser en el Monte de la Contemplación, a San Preux de Rousseau en Valois, a Wordsworth en el Monte Snowdon, y a Coleridge, Shelley y Ruskin en los Alpes. Algunas, aunque no todas, de estas visiones se refieren explícitamente a la vista de Canaán que tuvo Moisés.

A finales del siglo XVIII, la vista desde Pisga sirve como tipología del lecho de muerte del verdadero creyente que abandona su vida convencido de su fe. La visión de Moisés de Canaán vaticina la visión que tuvo el Cristo moribundo de su Salvador o del cielo. Los himnos evangélicos hicieron de tales lecturas de la vista desde Pisga un tópico. Así, el himno anónimo «Jerusalén, mi dulce hogar» (1801) afirma que el creyente no se acobarda ante el dolor o la muerte, porque «Tengo ante mi vista la tierra de Canaán/y reinos de días sin término». «Existe una tierra donde el regocijo es pleno» (1709) de Isaac Watts toma igualmente Canaán como tipología del cielo. «¡Principio inmortal, levántate!» (1777) de Augustus Montague Toplady extiende la tipología original, puesto que recurre a la analogía secular de la vista desde Pisga que es el porvenir, en vez de a la panorámica literal desde el Monte Pisga. Una percepción asimismo ampliada aparece en las páginas que cierran Alton Locke de Charles Kingsley en las que se combinan las proyecciones políticas con las religiosas, puesto que el obrero moribundo, que con toda seguridad no era Moisés, ha «llegado desde Egipto y desde la casa de la esclavitud».

Paradójicamente, gran parte del poder y la riqueza de la vista desde Pisga como recurso alusivo deriva del hecho de la considerable dificultad de su utilización literal. La escena desde Pisga comprende siete elementos básicos, cada uno de los cuales se puede modificar a efectos literarios.

1. La presencia de Dios ante aquel que observa la vista desde Pisga;

2. El momento de la vida del que contempla cuando tal vista acontece;

3. La posición física, normalmente la cima de una montaña o un lugar elevado desde el cual el profeta contempla;

4. La eliminación del objeto contemplado, la separación del observador de la tierra prometida;

5. Su aislamiento del resto de la gente;

6. El contenido de la visión; y

7. La naturaleza del objeto contemplado con respecto al tiempo humano, bien se trate, en otras palabras, de algo que puede obtenerse en un tiempo (futuro) o fuera del tiempo (en la eternidad).

Aunque las vistas ortodoxas desde Pisga padecen la sanción directa pero también el apoyo de Dios, las visiones típicamente románticas y modernas buscan la misma instrucción, consuelo y recompensa ante su ausencia. Los autores decimonónicos que poseen unas creencias relativamente firmes utilizan las formas ortodoxas y ampliadas de la vista desde Pisga para describir las visiones moribundas o para crear imágenes que actúan como ventanas hacia la eternidad. Aquellos con tales creencias utilizan el espectáculo desde Pisga y su analogía, el porvenir, debido a las ironías potenciales que contiene la situación. Incluso los creyentes como Tennyson, llegaron a utilizar las vistas desde Pisga para dramatizar la fe problemática. Por ejemplo, Los ídolos del rey (The Idylls of the King) se cierra concediendo a Bedevere, el último de los caballeros de Arturo, una visión consoladora aunque teñida de ironía, puesto que habla en clave y está llena de dudas a pesar de su carácter tranquilizador. «Empédocles en el Monte Etna» (1852) de Matthew Arnold, que describe a su protagonista en una montaña a la que la niebla y la bruma ocultan, podría parecer una parodia de la vista desde Pisga, pero esta forma también resulta ser un tópico en los versos religiosos. Por ejemplo, «¡Por siempre con el Señor!» (1853) de James Montgomery presenta por primera vez vislumbres de las «puertas doradas» de un modo común, pero luego admite que «las nubes intervendrán». Asimismo, «¡He aquí que vi un gentío incontable!» (1759-74) de Toplady enfatiza también la prontitud con la que «retornan las nubes» y «esconden la colina de Sión».

Los poetas explotan la situación ante sus ironías inherentes. Mientras que Donne y Milton hacen de Moisés una figura para el poeta divinamente inspirado como un vehículo de auto-engrandecimiento, los poetas románticos y postrománticos lo hacen también para subrayar las ironías y los peligros de su posición. Robert Browning se compara a sí mismo con Moisés en «Las vistas desde Pisga» para evidenciar que dado que la visión divinamente inspirada surge justo antes de la muerte, llega demasiado tarde para comunicar. Por oposición, Aurora Leigh (1856) de Elizabeth Barrett Browning que utiliza este tópico para mostrar la dificultad esencial de comunicarse con la audiencia contemporánea, pregunta si alguien «al alcanzar la cima de la colina Pisga. ¿puede hablar con alguien que se encuentre en la base de tal vista/para hacerla comprensible?»

Cuando narra la historia de su propia vida en Praeterita, John Ruskin, que con frecuencia se sintió él mismo dolorosamente alienado de un público que no le entendía, utiliza otro elemento en la estructura del horizonte desde Pisga, la separación frustrante del observador de la tierra prometida. Newman, en «Los obreros» (1833) usa ortodoxamente esta situación cuando señala que incluso Moisés «quedó agotado en el Monte Nebo» y que sólo Cristo puede concluir «el trabajo de la gracia, que él comenzó». Por oposición, Ruskin, que organiza su autobiografía en torno a una secuencia de paraísos perdidos y visiones desde Pisga, enfatiza el valor y la incompletud de su posición.

Referencias

Landow, George P. Victorian Types, Victorian Shadows: Biblical Typology in Victorian Literature, Art, and Thought. Routledge: 1980. [Texto íntegro/Full text]


Versión impresa publicada en 1980;
versión web de 1988; hipervínculo añadido el 23 de septiembre de 2001;
traducción 1 el mai de 2011