[Adaptado de Landow, Tipos victorianos, sombras victorianas: la tipología bíblica en la literatura, el arte y el pensamiento victorianos Victorian Types, Victorian Shadows: Biblical Typology in Victorian Literature, Art, and Thought (1980)].

Cuando Ruskin se opone a las nociones conservadoras de que el color tiene una importancia relativa en el gran arte, adelanta este aspecto de su teoría romántica sobre el arte con un sermón sobre el significado tipológico del arcoíris. Así, en el segundo volumen de Las piedras de Venecia, cuando desea demostrar «la conexión del color puro con el pensamiento profundo y noble» (10.174), se asemeja mucho en sus citas acerca de la pintura veneciana y las catedrales góticas a cualquier otro crítico, historiador o teórico sobre el arte. Sin embargo, enfatiza otra cuestión bastante distinta cuando propone «una razón noble para esta ley universal»:

En ese arco celestial que liga las leyes del color sobre la fachada del cielolas tonalidades puras de la luz dividida, cuando se convirtió en el signo del pacto de la paz, fueron santificadas para siempre ante el corazón humano, y esto, según parece, no se produjo mediante una asignación meramente arbitraria, sino como consecuencia de la constitución maravillosa y previamente ordenada de esos matices en una disposición séptuple o, aún más estricta, triple, característica de la divinidad de la propia naturaleza. Obsérvese también el nombre de Shem o Esplendor, dado a aquel hijo de Noé en quien este pacto con la humanidad se consumaría, y véase cómo cada una de las razas asiáticas que descendieron de él justificó susodicho nombre. El amor de Israel a su hijo elegido, expresado mediante la túnica «de múltiples colores» no carecía de significado de igual modo que la hija perdida de David se arrancó de su pecho el profundo sentido de la sacralidad de tal símbolo de pureza: «Vestía ella una túnica con mangas, porque así vestían antes las hijas del rey que eran vírgenes» [Libro segundo de Samuel 13: 18]. Sabemos que fue mediante una orden divina por lo que el Israelita rescatado de la servidumbre encubrió el tabernáculo con su lluvia de púrpura y de escarlata, mientras la luz del sol brillaba intermitentemente a través de la caída del color procedente de sus pestillos de oro. [10.174-75]

Igualmente, cuando Ruskin argumenta en el volumen conclusivo de Pintores modernos (1860) que el color «es el elemento purificador o santificador de la belleza material» (7.417n), cita nuevamente la tipología bíblica como evidencia. Para defender su aseveración relativa al valor espiritual del color, explica que en un sentido la forma precede al color, porque «la existencia depende de la forma, y sólo la pureza depende del color. Bajo la ley levítica, ni el escarlata ni el hisopo podían purificar a los deformados. De modo que, bajo toda ley natural, deben existir en primer lugar aquellos miembros modelados correctamente, y después el color santificador y el fuego en los mismos» (7.417n). A pesar del hecho de que Ruskin ya había abandonado su fe infantil dos años antes de escribir este quinto volumen de Pintores modernos, todavía continúa citando las Escrituras como si cada palabra que contuvieran fuera literalmente verdadera (16). Por lo tanto, si la Biblia contiene ciertos acontecimientos fortuitos sobre los sacrificios levíticos, tales como la manera por medio de la cual el sacerdote podía aplicarles el color, Ruskin se inspira como consecuencia de esto en tales hechos como si hubieran sido divinamente autentificados. Es más, como Keble y otros tractarianos (Tractarians), Ruskin también acepta que el mundo físico porta una impronta divina que el ojo sensible puede leer en términos tipológicos y simbólicos.

Este pasaje de Las piedras de Venecia, que ejemplifica su aplicación habilidosa sobre la tipología ortodoxa (typology) durante la primera fase de su carrera, asume la forma de citas bíblicas como evidencia en medio de un discurso aparentemente secular. Tal procedimiento satisfizo diversos propósitos retóricos, entre los cuales nunca se encontró en último lugar la modificación de los términos de una discusión o su emplazamiento en un contexto universal. Tal uso de los argumentos avalados tipológicamente proporcionó por añadidura a Ruskin un instrumento para aludir a premisas presentes o anteriores («Sermón evangélico sobre la tipología y no sólo sobre su aplicación a un argumento mayor»).


Modificado por última vez en 1994