[*** = en inglès. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

En “Signos de los tiempos” (texto en español, 1829), Carlyle señala acusatoriamente que “Ésta no es una época religiosa”. Sin embargo, en el mundo de Eyre, esta afirmación es sencillamente falsa. Aunque el señor Brocklehurst podría ser uno de los calculadores de los beneficios que Carlyle tanto despreciaba, Miss Temple, ***Helen Burns, ***San John Rivers y sus hermanas, e incluso la misma Jane, todos ellos poseen sentimientos y creencias religiosos muy poderosos. Brontë aceptaba que la religión era algo sublimemente personal y muy importante, tal como mostró la fe y sus consecuencias con cada uno de los diferentes enfoques de sus personajes. San John es fanático y totalitario, Helen se asemeja frustradamente a una mártir, Miss Temple es amable y gentil, Jane atormentada pero perseverante, y las hermanas, pacíficas y bondadosas en sus actitudes hacia la religión. El modo en el que los habitantes del libro de Brontë abordan las convicciones teológicas está estrechamente entretejido con sus identidades. Para ella, la religión está viva y ejerce una vigorosa influencia en las existencias y las almas de la gente.

Ella y Carlyle comparten realmente el gusto por la predicción metafórica, si bien sus opiniones sobre la religión contemporánea chocan. Carlyle dice, “somos titanes que luchan por conquistar el cielo, acumulando montaña sobre montaña”. Por supuesto, los Titanes fueron derrotados por su padre Urano y condenados, como Tártaro, a morar eternamente en lugares sobremanera desagradables, o a soportar la tierra y el cielo sobre sus hombros, o a ser atados con cadenas adamantinas a rocas talladas. ¿Piensa Carlyle que estos serán los propósitos que habremos de cumplir? De todos modos, sus metáforas no implican que nuestros esfuerzos tengan éxito a la hora de conquistar el cielo. Brontë insinúa un fracaso similar cuando el castaño del jardín donde Rochester sugiere matrimonio a Jane se parte en dos la misma noche en la que ésta acepta la proposición. Esta escena, como la de Carlyle, evoca distintas imágenes de desastre y alude a futuras tragedias aún desconocidas para la gente que habrá de soportarlas.

Cuando Carlyle se lamenta del deceso de la religión y dice que “la adoración… no se reconoce entre nosotros, o se explica mecánicamente como el temor al dolor o la esperanza del placer”, se acongoja ante un hecho que aportaría dicha a los corazones de algunos de sus contemporáneos. Augusto Comte, el filósofo francés que creó una “religión secular” llamada Positivismo, creyó que la humanidad estaba progresando hacia un estado de perfecta comprensión sobre las leyes científicas que gobiernan toda la naturaleza, y que por consiguiente eliminan la necesidad de explicar los fenómenos naturales mediante el vehículo de entidades ficticias. Pensó que la civilización se podía separar en tres etapas: la teológica, en la que el hombre “confía en los agentes sobrenaturales para explicar lo que no puede justificar de otro modo”; la metafísica, durante la cual “el hombre atribuye efectos a causas abstractas pobremente comprendidas”, y por último, la victoriosa fase del Positivismo, “porque el hombre comprende ahora las leyes científicas que controlan el mundo”. A diferencia de Carlyle, un partidario de Comte se regocijaría con una nación que pensara que la religión sólo contestaba las necesidades psicológicas.


Modificado por última vez en octubre de 1993; traducido el 21 de octubre de 2012