Muy cercano y muy querido para nuestros corazones es el espíritu de la Navidad, que es ¡la esencia de la servicialidad activa, la perseverancia, el alegre cumplimiento del deber, la amabilidad y la paciencia! — Charles Dickens, “Lo que significa la Navidad conforme nos hacemos mayores”, 1851.

decoriated initial Según miramos retrospectivamente desde nuestra perspectiva de un siglo y medio después, Charles John Huffam Dickens parece realmente ser lo que El telégrafo dominical de Londres del 18 de diciembre de 1988 declaró que era, “El hombre que inventó la Navidad”. Sin lugar a dudas, da la impresión de haber convencido a sus jóvenes contemporáneos de que fue él, más que el Young England Movement de Benjamin Disraeli o que los Puseyitas de Oxford el que había redescubierto la gran festividad cristiana que, debido a la inmigración masiva a las ciudades que acompañó a •••la Revolución industrial, había estado en declive en Gran Bretaña desde la última parte del siglo XVIII. Paul Davis en Las vidas y épocas de Ebenezer Scrooge (1990) vuelve a narrar la anécdota sobre Dickens que Theodore Watts-Dunton contó por primera vez en 1870. Mientras caminaba calle abajo por Drury Lane cerca del mercado de Covent Garden el 9 de junio de ese mismo año, Dunton escuchó por casualidad la reacción de una chica Cockney, que portaba carretas, ante las noticias del deceso del gran novelista: “¿Dickens muerto? Entonces, ¿morirá también el Padre de la Navidad?” La cuestión es que para aquellos de nosotros cuyos orígenes son británicos, Dickens más que nadie recuperó las tradiciones navideñas, prácticamente extintas.

Aunque Dickens celebró el festival del nacimiento de Cristo en numerosas obras, es Cuento de Navidad (A Christmas Carol), publicado el 19 de diciembre de 1843, el que ha preservado las costumbres navideñas de la antigua Inglaterra, grabando en nosotros la imagen de este periodo de vacaciones como aquel caracterizado por el viento, el hielo y la nieve fuera, y un obispo fumando, el pavo bien caliente y el regocijo familiar dentro. Procedente de una familia numerosa pero no demasiado pudiente, Charles Dickens presenta una y otra vez sus recuerdos idealizados de una Navidad asociada con el reencuentro de la familia alrededor de la cual “todas las diversiones, los afectos y las esperanzas se aglutinaban” en juegos tales como Snap Dragon* o la Gallinita ciega, para los cuales su personaje modelo perteneciente a la clase media baja, el padre de familia Bob Cratchit, se apresura en llegar a casa para jugar la víspera de la Navidad.

*(N. del T.: fue un juego muy popular entre los siglos XVI y XIX en Inglaterra. Se jugaba durante el invierno, concretamente en la víspera de Navidad, consistente en calentar brandy, verterlo en un recipiente ancho, donde a su vez se volcaban uvas para después prender fuego al licor. El objetivo del juego era el de coger las uvas del brandy que estaba ardiendo para comerlas, con el riesgo de quemarse. La perversidad de esta diversión residía en ver cómo los participantes parecían demonios echando fuego por la boca conforme se comían las uvas).

El biógrafo más reciente de Dickens, Peter Ackroyd, observa que nuestra imagen sobre la nevada y victoriana Navidad es un mero accidente histórico. Aunque la Inglaterra oriental tiene un clima invernal un poco más crudo que el de Vancouver, la Columbia británica, Oregón, Seattle o Washington, no es de ningún modo ni tan gélido ni tan desapacible como Dickens lo retrata. “En vista del hecho de que se puede decir que Dickens creó casi autónomamente la idea moderna de la Navidad, es interesante percatarse de que durante los ocho primeros años de su vida, cada año la Navidad fue completamente blanca a causa de la nieve, de modo que a veces la realidad existe verdaderamente antes de que su imagen se idealice” (p. 34). Ackroyd señala que las Navidades de la infancia de Dickens fueron probablemente inspiradas por su padre, John Dickens, que hasta que tuvo diecinueve años celebró esa temporada con sus padres, su mayordomo y criada en el hotel Crewe Hall, donde solía participar con los sirvientes y los inquilinos en juegos de magia, danzas típicas como Sir Roger de Coverley (cuyos pasos el señor y la señora Fezziwig marcan ante sus aprendices y empleados durante la juventud de Scrooge), bromas, la Gallinita ciega y juegos de cartas como Especulación. Debido al miedo a beber agua contaminada, juerguistas de todas las edades consumían varios tipos de ponches de ginebra como el Purl (cerveza casi hervida y aromatizada con ginebra, azúcar y jengibre), y Bishop (vino tinto caliente, naranjas, azúcar y especias), nuevamente como en las festividades de la familia Cratchit.

Todo esto se parece tanto a las tradicionales Navidades victorianas que la oficina de correos británica emitió una serie de cinco sellos postales donde se recordaba el 150 aniversario de la publicación de Cuento de Navidad. Como el paquete conmemorativo de sellos puntualiza, a comienzos del siglo XIX, las antiguas ceremonias y festividades se habían vuelto obsoletas puesto que, como el poeta Robert Southey destacó en 1807, “en los pueblos grandes, la población está continuamente fluctuando, por lo que un nuevo colono ni continúa con las costumbres de su propia provincia en un lugar donde resultaría extraño, ni adopta aquellas con las que se encuentra porque son desconocidas para él. De ahí que todas las diferencias locales se estén agotando”. Tanto Sir Walter Scott en 1808 como Washington Irving en 1820 se lamentaron asimismo de la desaparición de la antigua y rural Navidad de doce días llenos de alegría y de despreocupación. En los albores de la Edad del ferrocarril en la década de 1840, mucha gente que se acercaba a la mediana edad (como Dickens por aquel entonces) comenzó a mirar retrospectivamente con nostalgia a los buenos y pretéritos días de los carruajes, las hospitalarias posadas, las fiestas señoriales, y los llameantes troncos de Navidad. Sin embargo, Gran Bretaña necesitaba también nuevas tradiciones navideñas, puesto que por primera vez en su historia, se había convertido en una nación de urbanitas que apenas podían permitirse descansar durante los doce días que habían constituido la época vacacional para sus antepasados rústicos.

La imaginación victoriana ávidamente aprovechó La selección de villancicos navideños, antiguos y modernos de William Sandy (1833) y los relatos minuciosos de las tradiciones navideñas de El libro de Navidad de Thomas K. Hervey (1837). El árbol de Navidad, que Dickens denominó como “ese hermoso juguete alemán” en su ensayo navideño de 1850 para su periódico Palabras de andar por casa, no era en la novela corta de 1843 todavía un rasgo típico de la Navidad de la clase media. Presumiblemente, fue el consorte de la reina Victoria en diciembre de 1840 quien lo introdujo en Inglaterra, una vez que la pareja se hubo casado justamente el febrero del año anterior. El árbol, al que iluminaban las velas aún en los países europeos, complementó al acebo y al muérdago que los anglosajones habían usado desde su llegada a Gran Bretaña en el siglo V para decorar sus hogares durante el festival que tenía lugar a mediados del invierno. Antes de la innovación del príncipe Albert Edward, los hogares ingleses acomodados habían recurrido a una especie de corona de Navidad llamada “kissing bough” como ornamento para la ocasión. Dos aros eran unidos para formar un círculo, al que se decoraba con follaje, naranjas, manzanas y por supuesto, muérdago.

Coincidentemente, las tarjetas de felicitación de Navidad se originaron a comienzos de la década de 1840, por lo que no debemos dar gracias ni a Charles Dickens ni al príncipe Albert. En 1843, el aristócrata Sir Henry Cole, siempre tan ocupado para escribir las debidas cartas a sus amigos durante la Navidad, encargó a John Calcott Horsley de la Real Academia de las Artes que creara apresuradamente una felicitación decorada. Una vez que imprimió miles de ellas, Cole envió las restantes tarjetas que eran numerosas a una papelería en la calle Bond de Londres. Sin embargo, la idea tardó en calar, y no fue hasta la década de 1880 que la producción general de las tarjetas comerciales navideñas comenzó en Inglaterra.

Las felicitaciones navideñas que nos enviamos testimonian mudamente la influencia omnipresente de la Navidad de Dickens, como si nuestra noción cultural de la fiesta se hubiera detenido permanentemente a comienzos de 1830 en la Inglaterra rural, cuando Dickens, por aquel entonces un reportero en ciernes para The True London Sun corría de un lado para otro alrededor de la campiña inglesa cubriendo acontecimientos políticos. La Navidad nunca estuvo demasiado apartada de Dickens ni de cualquier etapa de su vida. Es allí en su primer libro, Los papeles Pickwick (The Pickwick Papers) (que contienen el prototipo de Cuento de Navidad, “La historia de los duendes que robaron a un sacristán”, llamándose el cascarrabias Gabriel Grubb) y un poco más sombríamente en su último, El misterio de Edwin Drood donde surge. Para Dickens, cada año la fecha tope de entrega llegaba con su historia navideña o bien en su revista semanal Palabras de andar por casa (Household Words, desde el 20 de marzo de 1850 hasta el 28 de mayo de 1859) o en su sucesora, Durante todo el año (All the Year Round), algo que él arrepentidamente denominaba como quitando “la piedra de la Navidad de la carretera”. A pesar de la desaprobación crítica e incluso evangélica de los Libros de Navidad (diciembre de 1843 a diciembre de 1848), Dickens podría haber seguido pulverizando tales “Algo para la Navidad” durante el resto de su vida, por lo que se refiere al público lector en su generalidad. Incluso el sombrío, El hombre embrujado (Haunted Man), la última de las series, con su encuadernado escarlata y sus abundantes ilustraciones, vendió 18 mil copias el día de su publicación.

En cambio, la fundación y la dirección por parte de Dickens de sus revistas literarias semanales parecen haberle impedido producir obras mucho más completas, exclusivamente para el comercio de libros navideño (que él en gran medida ayudó a establecer con Cuento de Navidad y su sucesor, Las campanadas). En lugar de esto, compuso “relatos marco” donde guió y apoyó la producción de varios capítulos de tales escritores con talento como Wilkie Collins y Elizabeth Gaskell. Estas “Historias de Navidad” se compusieron entre 1850 y 1867, pero no se pueden clasificar dentro de un único subgénero de ficción breve. La primera contribución de Dickens a un “Número extra de Navidad” no fue de hecho para nada una historia, sino una ensoñación, “Un árbol de Navidad” (HW1850) inspirado por niños congregados en torno a la innovación alemana, el árbol de Navidad (que nunca aparece en ninguno de los Libros de Navidad), y que probablemente trajo a Inglaterra el príncipe Albert, consorte de •••Victoria, con quien se casó en 1840. La segunda y tercera colaboración navideña en ficción breve de Dickens, “La historia del pobre pariente” y “La historia del niño” (HW1852) son sus contribuciones para Una ronda de historias en torno al fuego navideño en el número navideño de Palabras de andar por casa (1852). A medida que estos “relatos marco” se leen, se vuelve cada vez más difícil distinguir cuáles fueron las aportaciones de Dickens, especialmente dado que todas aquellas que fueron impresas en estas dos revistas iban sin firmar. En 1853, Dickens colaboró con “La historia del muchacho de escuela” y “La historia de nadie” para Otra ronda de historias en torno al fuego navideño en el número de Navidad para Palabras de andar por casa. Otras historias de Navidad incluyeron a Los siete pobres viajeros en el número de Navidad para Palabras de andar por casa (14 de diciembre de 1854), La posada del acebo (número de Navidad para Palabras de andar por casa, 15 de diciembre de 1855), El naufragio del Golden Mary (número de Navidad para Palabras de andar por casa, 6 de diciembre de 1856), Los peligros de ciertos prisioneros ingleses (número de Navidad para Palabras de andar por casa, 1857), Una casa para arrendar (número de Navidad para Palabras de andar por casa, 1858), La casa encantada (número de Navidad para Durante todo el año, 1859), Un mensaje desde el mar (número de Navidad para Durante todo el año, 1860), El puesto de Tom Tiddler (número de Navidad para Durante todo el año, 1861), El equipaje de alguien (número de Navidad para Durante todo el año, 1862), El alojamiento de la señora Lirriper (número de Navidad para Durante todo el año, 1863), El legado de la señora Lirriper (número de Navidad para Durante todo el año, 1864), Las prescripciones del doctor Marigold (número de Navidad para Durante todo el año, 1865), Mugby Junction (número de Navidad para Durante todo el año, 1866), y Sin vía pública (número de Navidad para Durante todo el año, 1867).

Gracias a los métodos modernos de la cría de aves así como a Dickens, la importación americana del pavo comenzó a reemplazar al ganso tradicional (huesudo y grisáceo) como pieza central de la comida de Navidad, como evidencia Cuento de Navidad, pero la supervivencia del pudding navideño en el extranjero debe mucho a la imagen de Dickens del pudding de Cratchit cantando en la bandeja de cobre. El “alegre gigante, al que da gloria ver” en la quinta estrofa de Cuento de Navidad es la primera versión inglesa del alemán Santa Claus, pero en la ilustración coloreada de John Leech aparece vestido de verde, un símbolo vegetal tan pagano como el moderno e inglés “Padre de la Navidad” al que acompaña tal parafernalia pre-cristiana de la corona de acebo, una antorcha, un tronco de Navidad, muérdago, y un recipiente humeante de ponche. Nuestro Santa Claus norteamericano se inventó justo veinte años antes, en Una visita de San Nicolás de Clement C. Moore, procedente no del antiguo dios romano Saturno (cuya adoración desde el 17 al 24 de diciembre incluía la decoración de ramas de árbol) como El fantasma del regalo de Navidad de Dickens, sino de la entrega de regalos de los primeros cristianos en Asia Menor.

Uno de sus hijos escribió que, para Dickens, la Navidad era “un tiempo magnífico, una época realmente alegre, y mi padre siempre estaba del mejor humor, siendo un espléndido anfitrión, exultante y risueño como un muchacho que ponía su corazón y su alma en todo lo que estaba ocurriendo… Y, ¡luego el baile! ¡No había quien le parara!” Como mago y actor no profesional, Dickens tenía pocas preocupaciones sobre las compras navideñas, y ni los almacenes abarrotados ni la comercialización brutal del festival familiar alteraban sus nervios delicadamente afinados. Pero ese tiempo de su infancia, cuando fue explotado en la fábrica de betún mientras su familia estaba en la prisión Marshalsea, pesó mucho en alguna parte de su mente, llevando a cabo ocasionales intrusiones tales como la Ignorancia y la Escasez en Cuento de Navidad y el niño de la calle en El hombre embrujado.

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Referencias

Ackroyd, Peter. Dickens: A Biography. Londres: Sinclair-Stevenson, 1990.

Bentley, Nicolas; Slater, Michael; y Burgis, Nina. The Dickens Index. Oxford: Oxford University Press, 1990.

Dickens, Charles. Christmas Stories. Intro. Margaret Lane. Oxford: Oxford University Press, 1956.


Modificado por última vez el 14 de diciembre de 2009; traducido el 15 de febrero de 2012