[Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

erca del final de «Educación del mundo», el primer ensayo del controvertido Ensayos y reseñas (Essays and Reviews, 1860), Frederick Temple adelanta una visión sobre la Escritura que simultáneamente se inspira en puntos fundamentales de la creencia cristiana tales como la oposición entre la carne y el espíritu, que muchos de sus lectores religiosos más conservadores comparten y que presenta a pesar de ello, conclusiones que un sector considerable de los mismos creía que destruiría al Cristianismo. Al igual que los cristianos victorianos de todas las denominaciones, Temple enfatiza que la Biblia proporciona un registro histórico perfectamente adaptado a las necesidades de los creyentes contemporáneos. También lo describe de un modo muy tradicional como «una autoridad suprema», pero su énfasis protestante sobre la conciencia individual conduce a unas cuantas conclusiones de lo más rompedor, que algunos llamarían blasfemas:

Si la Biblia se hubiera redactado mediante afirmaciones precisas sobre la fe o preceptos detallados sobre la conducta, no habríamos tenido otra alternativa que o bien la sumisión permanente a una ley externa, o la pérdida del instrumento más elevado de autodidactismo. Pero la Biblia, empezando por su misma forma, está exactamente adaptada a nuestra carencia histórica presente. Es una historia; incluso sus partes doctrinales se emiten en una apariencia histórica, y se estudian mejor al considerarlas como archivos del tiempo en el que fueron escritas y como una fuente que nos transmite la vida religiosa más excelsa y grandiosa de tal época. De ahí que usemos la Biblia, algunos conscientemente, algunos inconscientemente, no para ignorar, sino para evocar la voz de la conciencia. Cuando la conciencia y la Biblia parecen diferir, el cristiano piadoso inmediatamente concluye con que no ha comprendido la Biblia. De ahí también que mientras la interpretación de la Biblia varía de época en época, oscila siempre en una dimensión. Los escolásticos encontraron en ella el purgatorio. Estudiantes posteriores tuvieron bastantes pruebas para condenar a Galileo. No hace mucho, habría habido conformidad en cuanto a la condenación de la geología y hay muchos que la interpretan de ese modo. La corriente sigue un único curso que evidentemente apunta a la identificación de la Biblia con la voz de la conciencia. La propia forma de la Biblia es realmente la que obstaculiza ejercer el despotismo sobre el espíritu humano, y si pudiera hacer eso, se convertiría inmediatamente en la ley externa, pero su forma se adapta tan admirablemente a nuestras necesidades que se gana nuestra reverencia ante una autoridad suprema que sin embargo, no nos impone el yugo del sometimiento. Esto lo hace en virtud del principio del juicio privado, que sitúa la conciencia entre nosotros y la Biblia, haciendo de la conciencia el intérprete supremo, al que puede ser un deber iluminar, pero al que nunca puede ser un deber desobedecer.

Tanto los evangélicos como los tractarianos (Evangelicals and Tractarians) aceptarían la declaración de Temple de que la Biblia «es una historia», pero ninguno aprobaría su principio de la interpretación bíblica: «Cuando la conciencia y la Biblia parecen diferir, el cristiano piadoso inmediatamente concluye con que no ha comprendido la Biblia». El principio ancestral de la interpretación sostendría que «cuando los puntos de la creencia cristiana y la Biblia parecen diferir, el cristiano piadoso inmediatamente concluye con que no ha comprendido la Biblia».

De hecho, la postura ultra-protestante de Temple sitúa claramente la conciencia individual sobre la Escritura. Aunque acepta la idea de que la Biblia ha sido en cierto sentido divinamente inspirada, cree que la inspiración no convierte al texto bíblico en literalmente verdadero. Al igual que muchos otros eclesiásticos de la Iglesia Extensa, Temple enfatiza que la Biblia debe interpretarse metafóricamente más que literalmente, pero algunos otros afirman demasiado atrevidamente que una de las mejores cosas sobre ella es su vaguedad esencial que, en otras palabras, la aleja «de ejercer el despotismo sobre el espíritu humano». Parafraseando esta idea, reverenciamos la Biblia, pero podemos «desobedecerla» siempre que entre en conflicto con nuestros sentimientos o creencias.

Lecturas relacionadas

La Universidad de Virginia Press ha publicado recientemente una edición moderna: Ensayos y reseñas: el texto de 1860 y su lectura (Essays and Reviews: The 1860 Text and Its Reading), editado por Victor Shea y William Whitla. 1.056 p.; 25 ilustraciones b&w; ISBN 0-8139-1869-3 $90.00.


Modificado por última vez en diciembre de 2003; modificado por última vez el 1 de julio de 2001; traducido 12 de deciembre de 2010