El factor unificador en los escritos de Ruskin, como hemos visto, aparece en el impulso que demostró a lo largo de toda su carrera por interpretar cuestiones contemporáneas. Las interpretaciones sobre la pintura y la arquitectura con las que comenzó su carrera recogieron un éxito temprano y duradero. Inspirándose en la retórica y en las técnicas del predicador victoriano, en las concepciones de Wordsworth del poeta y en las teorías neoclásicas de la pintura y de la belleza, Ruskin ofreció a su audiencia victoriana argumentos convincentes sobre la seriedad esencial, la relevancia y la importancia moral de las artes visuales. Los argumentos de este tipo insertos en esta clase de lenguaje eran lo que sus contemporáneos querían escuchar. Tan pronto como pudo, en 1851, y sólo nueve años después de la publicación de Pintores modernos I, Ruskin comenzó a enfatizar las dimensiones políticas del arte, y aunque Las piedras de Venecia tuvo un buen recibimiento, gran parte de su audiencia se conmocionó ante el tratamiento de tales cuestiones. �ste no fue el argumento que muchos deseaban escuchar constatado en ningún tipo de lenguaje de tal manera que las objeciones a sus ideas aumentaron con Hasta que esto dure (1862), a medida que los críticos consideraron sus opiniones notablemente sanas de la sociedad como «desequilibradas» y peligrosas.

Aunque el sentimiento de aislamiento que Ruskin parece haber sentido en grados divergentes a lo largo de su vida se incrementó después de 1860 (que fue también el periodo durante el cual abandonó la religión de su infancia), todavía conservó una audiencia en sus conferencias y publicaciones políticas. De hecho, habiendo desembolsado gran parte de la fortuna que heredó después del fallecimiento de su padre en 1864, ganó suficiente dinero de sus libros, incluidos aquellos sobre economía política, como para seguir siendo un hombre rico. Una de las razones por las que Ruskin continuó siendo un autor popular, aunque controvertido, reside en el hecho de que se fue haciendo gradualmente con una nueva audiencia, compuesta de miembros de las clases trabajadoras que suplementó y en algunos casos, reemplazó a su audiencia anterior [87/88].

Durante la etapa media y posterior de su carrera, Ruskin sin embargo no se concentró por completo en la economía política, sino que continuó con sus conferencias en Oxford y publicó sobre temas que abarcaban desde la ornitología y la botánica hasta la pintura y la contaminación. En 1878, comenzó a tener episodios de enfermedad mental que le incapacitaron intermitentemente, pero durante sus periodos de calma escribió algunas de las obras más exquisitas, incluidas El arte de Inglaterra y Praeterita. Los últimos actos interpretativos de Ruskin se centran en su propia vida en Praeterita, una obra tranquila, bella y lírica escrita durante los periodos en los que su mente y su espíritu estaban calmos. Después de 1888, tales momentos de paz se hicieron cada vez más raros y Ruskin permaneció aislado en Brantwood. Irónicamente, justo en el momento en el que miles de lectores en Inglaterra y en el extranjero recibieron con adulación las obras de Ruskin el profeta, él mismo no pudo reconfortarse de este hecho.

Tal y como las historias sobre la literatura, el arte, la arquitectura, el diseño y la teoría política constatan, estamos justamente empezando a percibir el grado con el cual John Ruskin, intérprete, influenció su propia época y continúa afectando a la nuestra. Ruskin, sin embargo, posee una importancia mucho más que histórica. Sigue siendo el gran crítico de arte inglés, y su excelente prosa todavía nos enseña a ver y a ver mejor. Su crítica social con su constante énfasis en que podemos entender nuestras vidas, perdura como inmediato y sobresaliente, así como su insistencia en que la prueba principal de las teorías del arte, la sociedad, y la política se condensa en la pregunta, �Enriquecen nuestra vida y nuestro espíritu, nos hacen más plenos, más ricos, más vivos?


Modificado por última vez el 9 de diciembre de 2006; traducido enero de 2011