El valor del énfasis concedido a la familia como sistema (emphasizing the family-as-system) en vez de a cada personaje de modo individual y aislado enJane Eyre ha sido explorado (Bump), pero su relevancia aumenta en relación a otras novelas de las hermanas Brontë desde las que inevitablemente estaban reaccionando ante su hermano, Branwell Brontë, alcohólico y drogadicto. La necesidad de equilibrar su afecto hacia él con el recelo ha desembocado en una nueva representación del amor en la ficción que obliga a revisar el estudio pionero de J. Hillis Miller, The Disappearance of God (N.T.La desaparición de Dios ) y The Form of Victorian Fiction (N.T.La forma de la ficción victoriana ). Miller mostró que con la desaparición de Dios en la literatura en los últimos doscientos años, los artistas se volcaron cada vez más en las relaciones humanas como sustitutos. Sin lugar a dudas, las relaciones románticas, como la de Catherine y Heathcliff en la novela de Emily BrontëCumbres borrascosas (Wuthering Heights ), se convirtieron en el sustituto prioritario. No obstante, preocupados con este tipo de amor, enraizado en las tradiciones del amor cortés del siglo XII, los críticos no se han percatado de la emergencia de un nuevo modelo afectivo y familiar en la segunda generación de Cumbres borrascosas (Wuthering Heights ) así como en las novelas de las otras hermanas Brontë, Charlotte y Anne. Fue Anne quien desarrolló casi completamente dicho modelo en La inquilina de Wildfell Hall (The Tenant of Wildfell Hall), centrado en la vida de un alcohólico. Anne reconoció que el alcoholismo es con frecuencia transgeneracional: el padre de la heroína es un alcohólico y su marido alcohólico, Arthur, intenta transmitir el abuso de alcohol a su hijo. La novela representa también otras adicciones como la adicción al láudano o al juego. De ahí que no resulte extraño el que incluso los héroes prefieran el secretismo a la comunicación directa y honesta. El narrador, Gilbert, miente en la frecuencia con la que ve a la heroína, Helen. Ésta se hace llamar engañosamente, “Mrs. Graham”, y se niega a que sus familiares se enteren del alcoholismo y de los abusos verbales y físicos de su nueva familia. Esto sin mencionar que su marido, Arthur, es un mentiroso, especialmente cuando habla con Helen. El crítico de los sistemas familiares, consciente de la naturaleza de las adicciones, debería prestar atención particularmente a cómo Helen desempeña el papel usual de “coalcohólico” o “codependiente”. En un principio, Helen rechaza todo cambio de actitud y se vuelve una adicta controlando y organizando la vida de su marido. Queda atrapada en el juego típico de los dobles movimientos. Quiere sacarle del alcohol pero lo permite culpabilizándose y responsabilizándose de sus acciones. Consciente del vacío que encierra el alma de Arthur, Helen busca cambiarle avergonzándole y reforzando su autoestima.

No es ella sin embargo la única “codependiente” de la novela. Todo crítico familiarizado con adicciones a las personas sabe que los hombres son igualmente proclives a mostrar este comportamiento. Tanto Gilbert como Arthur terminan endiosando a la amada, del mismo modo que Jane Eyre con Rochester: “Mi futuro marido se estaba convirtiendo en todo mi mundo, y, más que mi mundo, casi mi esperanza de paraíso. Él estaba metido entre yo y mis ideas de religión, como se interpone un eclipse entre el hombre y el sol. En aquellos días, no podía ver a Dios por estar embelesada con un hombre, a quien había convertido en mi ídolo.” (Brontë, Charlotte.Jane Eyre . Trad. Elizabeth Power. Madrid: Cátedra, 2006. 386). Del mismo modo, Gilbert “idolatra” a Helen, y Arthur realmente llega a decirle que está dispuesto a sacrificar su alma por ella. Desde luego, Arthur ya ha sacrificado su alma por su ídolo supremo, el alcohol, pero Anne Brontë examina la relación de “codependencia” con la dependencia química en mayor profundidad por medio de la personalidad adictiva de Lord Lowborough. Al igual que Gilbert y Arthur, ha sido absorbido por una mujer. El matrimonio resuelve este problema aunque no de mejor forma que en el caso de Helen. Curiosamente es su dependencia con sus amigos masculinos, especialmente con Arthur, la que más amenaza su salud. Supera su adicción al juego, sólo para cambiarla por la dependencia química (alcohol y láudano) ante su incapacidad para mantenerse sobrio.

La única persona que rompe con el ciclo del abuso y la adicción es Helen, quizá porque adopta una forma de terapia verbal. En su caso como en el de Jane Eyre (y en el de las hermanas Brontë) se trata de la terapia mediante escritura. En su diario, que al final otros leen, se libera de los secretos de familia, una de las terapias fundamentales dentro de la teoría de los sistemas familiares como en muchas otras (Imber-Black 73-75ff). Esto conduce al autoconocimiento. Preguntándose a sí misma, “�qué haré sin él?”, admite su soledad, y comienza a tomar conciencia del vacío que hay en su alma y que está intentando llenar con otra persona. Como Jane Eyre debe empezar por reconocer su idolatría.

Helen termina por adoptar aquellas soluciones destacadas en el tratamiento del “coalcoholismo”: ignorar las promesas del alcohólico, reducir la dependencia de las opiniones ajenas, aprender a poner límites, expresar los sentimientos, y vivir el momento presente. Comienza a experimentar serenidad, autoestima y finalmente, independencia: “Estaba decidida a demostrarle que mi corazón no era su esclavo y que podía vivir sin él si quería.” (Brontë, Anne.La inquilina de Wildfell Hall . Barcelona: Alba, 1997. 250). Concienciada del peligro que supone su alcoholismo para sí mismo y para los demás, Helen dirige el destino de Arthur hacia Dios, y consigue sacarse a sí misma y a su hijo del hogar alcohólico.

Pero, ¿qué ocurre conCumbres borrascosas (Wuthering Heights ), que no parece para nada abordar la dependencia química? Es un caso que sirve como buena prueba porque Schapiro junto con Cohen han debatido sobre él. Schapiro cita el comentario de Gilbert y Gubar acerca del “desplazamiento en la dinámica familiar” (“shift in family dynamics”) provocado por la llegada del huérfano Heathcliff (46), pero su exploración de susodicha dinámica añade solamente la atención pre-edípica materna a la atención edípica paterna. La contribución particular de Schapiro revela la psicodinámica de la rabia, “dirigida tanto hacia dentro como hacia fuera, hacia uno mismo como hacia el otro con la consecuente fractura intrapsíquica” (47). Desde su punto de vista, el “final de la novela consuma la reestructuración y la integración del ser” (61). Cohen por su parte demuestra que las dos heroínas, Catherine Earnshaw y Catherine Linton, actúan como mediadoras y catalizadores del estrés para los otros miembros del sistema familiar y en consecuencia, son víctimas de lealtades divididas, triangulación y chivos expiatorios. Cohen documenta la oscilación de Catherine Earnshaw entre la histeria y la enfermedad (especialmente la anorexia) y se muestra reacio a leer el final como esperanzador. A pesar de que la intervención de la criada, Nelly Dean, evita la extinción inmediata de la familia, el final es “el principio de otra nueva espiral conducente a una conclusión degenerativa, encarnada en la historia de Cathy y Heathcliff” (109).


Emily Bront�

Modificado por última vez el 25 de noviembre de 2004; traducido diciembre 27 febrero 2010