Cualquier crítico informado sobre la teoría de los sistemas familiares, derivada del tratamiento de la dependencia química, puede aportar múltiples percepciones a la crítica establecida de Cumbres borrascosas (Wuthering Heights). Él o ella recalcarían que tan pronto como Lockwood pide a Nellie que le cuente las historias de la novela, ésta se convierte en las historias de varios sistemas familiares y de todos los personajes dentro de ese sistema, tanto hombres como mujeres, vivos y muertos. Prestando atención a la familia como unidad en Cumbres borrascosas, descubrimos una de las mejores ilustraciones de un sistema endogámico en la literatura. No sólo viven extremadamente aislados del resto del mundo, sino que son activamente hostiles: en lugar de dar la bienvenida al protolector o lector ideal, Lockwood, se niegan a ayudarle cuando seis perros le atacan dentro de la casa. Incluso se excluye al lector de algunas situaciones de las Cumbres que en ocasiones son descritas en un dialecto casi ininteliglible para todos excepto para aquéllos educados en la vecindad. Incluso los miembros de la familia en ocasiones encuentran a “las palabras” de Joseph “difíciles de comprender” cuando se altera y “sus mandíbulas se asemejaban a las de una vaca rumiando” (523).

Cuando Lockwood consigue finalmente atravesar algunas de las barreras que cercan la casa, Hareton Earnshaw se encoleriza rápidamente con él al tiempo que “Mrs. Heathcliff” se niega al principio a hablarle. Numerosos lectores indudablemente se identifican con el comentario sarcástico de Lockwood que tiende a restar importancia a la situación, “Sin lugar a dudas, empecé a sentirme fuera de sitio en aquel círculo familiar.” (30). En el momento en que Lockwood trata de escapar del sistema, un perro no se lo permite como en la casa Leary. En su caso, dos perros le atacan y le inmovilizan contra el suelo mientras un criado pregunta, “Me pregunto qué será lo próximo. ¿Asesinar a la gente en la misma puerta de nuestra casa?” (36). El lema familiar, “la mano de cada uno se levantó contra la del vecino” (46) se le presenta a Lockwood en sueños y él lo asume como propio y cuando uno de los ancestros, un miembro de la familia recientemente fallecido, se le aparece como un niño en el sueño, gritando “déjame entrar . . . he vuelto a casa”, Lockwood, imitando inmediatamente a los otros, desgarra sus muñecas contra la ventana hecha añicos y contesta, mientras la sangre mancha su cama, “Nunca te dejaré entrar.” (48).

Lockwood anuncia a la familia, “No toleraré por más tiempo que sus ancestros me persigan.” (50), pero tan pronto como se penetra en un sistema familiar, independientemente de la época, se está en presencia de los ancestros. “Antes de traspasar el umbral” Lockwood miró hacia arriba y “detectó una fecha, `1500`, y el nombre de `Hareton Earnshaw' “ (13). Después se encuentra cara a cara con la última encarnación de dicho nombre, quien aprendió a leer leyendo su propio nombre grabado en la puerta. Éste es un ejemplo de repetición transgeneracional dentro de la misma estirpe que se prolonga a través de los siglos y que supera con creces la imaginación de los lectores en América, descubierta en 1500. Los nombres simplemente se repiten en Cumbres borrascosas (Wuthering Heights) como si no hubiera mucha diferencia entre las generaciones, como si continuaran adoptando los mismos roles, e interpretando el mismo guión siglo tras siglo. Cuando a la repetición de los nombres añadimos el hábito del matrimonio entre primos mediante una genealogía intrincada, comprendemos por qué los lectores de la novela se encuentran tan confundidos como Lockwood cuando se introdujo por primera vez en la familia. Los lectores se sienten excluidos de un sistema endogámico en el momento en el que se preguntan a qué Catherine, por ejemplo, se está aludiendo. Debido a “las mil formas de recuerdos e imágenes” que un miembro de la familia “despierta [ . . . ] o [ . . . ] encarna”, (531), incluso los familiares se sorprenden: Heathcliff por ejemplo, cree en ocasiones que Catherine II es Catherine I y con frecuencia, “[ . . . ] Hareton parecía la personificación de mi juventud, y no un ser humano. Tan contradictorios eran mis sentimientos hacia él, que me hubiera sido imposible hablarle de un modo racional.” (532).

Así, como dice Lockwood, “En este lugar el tiempo se detiene” (52), no tanto en la elección de los nombres sino en la repetición del abuso y de la adicción. Tras el funeral de Hindley, Heathcliff se acerca a Hareton, “vi cómo lo sentaba sobre la mesa, murmurando como complacido: — '¡Ahora, mocito, ya eresmío! Veremos si un árbol no crece tan torcido como el otro cuando lo retuerce el mismo viento.” (304-05), y dice después “simpatizo con todos sus sentimientos, ya que yo mismo los he sentido. Por ejemplo, sé exactamente lo que está sufriendo ahora: es tan sólo el principio de lo que habrá de sufrir. Y nunca logrará salir de la ridícula fosa en la que lo han sumido la vulgaridad y la ignorancia. Lo he hecho llegar a un extremo al que nunca me hizo llegar el bellaco de su padre: lo he hecho caer mucho más bajo y con mayor rapidez, [ . . . ] ¡Y lo mejor de todo es que Hareton siente por mí un endiablado aprecio! Tienes que reconocer que en eso he sacado ventaja a Hindley.” (357). Como las historias de los sistemas familiares documentan a menudo, el hábito de los abusos encadena a la víctima con el verdugo: Hareton “se tomaba como propia la reputación del señor y que lo ataban a él lazos más fuertes que los que la razón podía romper, cadenas forjadas por el hábito que hubiera sido cruel intentar aflojar.” (528). Uno de tales hábitos patrulla los límites de ese sistema hermético como un perro guardián: Hareton lanza incluso piedras contra Nelly, su antigua niñera, cuando ésta intenta regresar a las Cumbres. La ley de la compulsión repetitiva en este tipo de sistema familiar patriarcal consiste, en palabras de Heathcliff, en que “El tirano exprime a sus esclavos, pero ellos no se vuelven contra él; lo que hacen es aplastar a los que tienen bajo sus pies.” (192). Cuando Heathcliff se fuga con Isabella para casarse con ella, ahorca a su perro para evitar que ladre; cuando Isabella finalmente logra escaparse de él, pasa cerca de “Hareton, quien estaba matando a unos cachorrillos” (299). Linton, el siguiente aprendiz del sadismo de Heathcliff, aprende la misma lección, “Sería capaz de torturar un sinnúmero de gatos” (449). El sadismo infecta a todo aquel que entra en el sistema, proceda o no de la tutela directa de Heathcliff. La segunda Catherine, por ejemplo, viene de un sistema familiar diferente pero pronto “parecía que se había decidido a abrazar el espíritu de su futura familia y a sacar placer del pesar de sus enemigos.” (471).

Un teórico sobre la dependencia química dentro de los sistemas familiares estudiaría las adicciones resultantes de estos abusos. Como Lockwook, susodicho crítico diría a Nelly Dean, “estoy interesado en cada personaje mencionado”. Hindley, por ejemplo, un personaje aparentemente menor, emerge como una figura paterna destacada. Presenta una adicción a la actividad del juego y termina por hipotecar todas sus tierras, pero elige como droga el alcohol. El hábito de regresar a casa “con una borrachera de campeonato” (126) hace que se sumerja a menudo en una rabia homicida. Nelly trata de controlarle la bebida, pero Heathcliff exclama, “Es una lástima que no se mate bebiendo [ . . . ] Hace todo lo que puede, pero su constitución se lo impide.” (131). Hindley es un auténtico alcohólico, incapaz de parar incluso cuando quiere. Por ejemplo, se mantiene sobrio para asistir al funeral de su hermana pero “[ . . . ] se levantó con un ánimo suicida, tan adecuado para ir a la iglesia como para asistir a un baile, así que en vez de ir al funeral se sentó junto al fuego a beber ginebra, o brandy, en grandes cantidades.” (287). Al igual que muchos alcohólicos, intenta aparentemente medicar la depresión con alcohol. El alcohol es un medio para salir de un sistema familiar deprimente. Cuando fallece a la edad de 27 años, nos enteramos de que “pasó la noche bebiendo hasta que se mató.” (304).

Esta novela nos recuerda que en tales sistemas familiares, las mujeres no son las únicas víctimas de lealtades divididas, triangulación, chivos expiatorios, enfermedad y anorexia. La historia se abre acertadamente con uno de los patriarcas llamado Earnshaw introduciendo a Heathcliff dentro del sistema. Se le pone el nombre de un hijo que falleció en la niñez pero como Jane Eyre, es un extraño y la tensión es intensa. Mr. Earnshaw no tarda mucho en absorber esa tensión y sucumbe ante la enfermedad y la muerte. Nelly dice, “Me dolía pensar lo mucho que el señor estaba pagando por su buena obra.” (74). Tampoco son las mujeres las únicas que manipulan la enfermedad para controlar a otros: Linton Heathcliff lo hace más insistentemente que Catherine, y como ella, termina siendo una víctima de la dinámica familiar que intenta controlar.

Un crítico orientado a procesos dependientes como las adicciones a controlar y a la rabia puede identificar la personalidad de Catherine como adictiva antes de caer en la anorexia. Catherine busca incluir a Nelly como uno de sus vehículos de control, pidiéndole que transmita al resto el peligro de provocarla, recordándoles “que tengo un temperamento pasional que roza, cuando se enciende, con la locura.” (199). Cuando Nelly descubre su juego, Catherine se vuelve anoréxica. No son ni mucho menos la rabia y el ayuno los únicos medios con los que la vemos controlar a los otros: “Tengo tanta fe en el amor de Linton que sé que si yo me propusiera matarlo él ni se molestaría en contraatacar.” (168).

Sin lugar a dudas, el proceso adictivo más patente en la novela es el amor entre Heathcliff y Catherine, uno de los ejemplos más famosos de ratonera absoluta dentro de la literatura, de pérdida total de límites que parecen triunfar sobre la muerte, avivando el mito de que el amor romántico es una forma viable de espiritualidad. Un crítico de los sistemas familiares estudioso de las adicciones puede explorar partes de este patrón que a menudo se pasan por alto. Catherine no es el único personaje que elige la anorexia como forma de autodestrucción. Al principio de su relación, como un aspirante a santo en la escuela del amor cortés, “el ayuno y la reflexión le [a Heathcliff] habían devuelto un mejor humor.” (99), hasta el punto de pedirle a Catherine “vísteme como un muchacho decente”. (99). Después de perder a Catherine por su anorexia, Heathcliff es incapaz también de comer hasta que finalmente, pasados cuatro días sin ingerir nada, intenta morir. A pesar de, o quizá debido a esta conclusión a su relación, esta parte de la novela es la que se ha popularizado, y de la que se siguen haciendo películas.

Las películas raramente muestran lo que se llama el comportamiento funcional. Sin embargo, algunos de los niños en Cumbres Borrascosas son capaces de levantarse por sí mismos en contra de los abusos. Heathcliff se defiende de la risa de Cathy, y Cathy se enfrenta a su padre. Nelly se protege frente al abuso físico de Catherine: “No tiene derecho a pellizcarme y no pienso consentirlo.” (123). Y Edgar Linton sigue su ejemplo, quejándose ante Catherine, “Me has asustado y estoy avergonzado de ti [ . . . ] ¡No volveré más!” (125). Estas actitudes defensivas no detienen el abuso, pero los recuerdos de la infancia de los lectores sobre casos similares de valor pueden ser reforzados positivamente en tales pasajes.

El anhelo de una familia más saludable se cumple más satisfactoriamente en la segunda generación. Los sistemas familiares endogámicos se transforman usualmente sólo como respuesta ante su casi plena desintegración y/o ante una intervención desde fuera. En este caso, la influencia del marido de Catherine Earnshaw, Edgar Linton, parece ser la clave. Su hija, Catherine Linton, resulta ser más equilibrada que su madre y así, algunos lectores pueden percibir que la repetición transgeneracional no es inevitable. Después de esfuerzos considerables, logra transplantar algunas flores desde La granja del Tordo (Thrushcross Grange) hasta Cumbres borrascosas (Wuthering Heights) que se convierten en el símbolo del cambio. Compensa a Hareton por su comportamiento sádico y le ayuda a leer. Hareton entonces puede desmentir la aseveración de Heathcliff, “Lo he hecho llegar a un extremo al que nunca me hizo llegar el bellaco de su padre: lo he hecho caer mucho más bajo” (357). Al final, transformanCumbres borrascosas (Wuthering Heights ) en un sistema abierto. El protolector, Lockwood, relata, “no tuve que saltar la verja ni llamar: cedió al apoyar mi mano en ella. Pensé que aquello era un progreso, y aún noté otro con ayuda [ . . . ] Tanto la puerta como las celosías de las ventanas estaban abiertas” (504). Muchos lectores, como huérfanos, buscan estos sistemas familiares funcionales en la vida pero sólo los encuentran en la ficción.


Emily Bront�

Modificado por última vez el 25 de noviembre de 2004; traducido diciembre 27 febrero 2010