[Parte 1 de La divinidad y el discípulo: Oscar Wilde en las cartas de Max Beerbohm, 1892-1895. Traducción de Martin Glikson revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

Tras ceder su puesto de crítico teatral en el Saturday Review a Max Beerbohm en 1898, George Bernard Shaw escribió “la generación más joven golpea a la puerta, y cuando la abro entra como un duendecillo el incomparable Max” (Behrman, 21). La descripción gustó. Para sus admiradores, Max Beerbohm (1872-1956) sería siempre “el incomparable Max”.

A lo largo de una carrera que abarcó más de sesenta años, Beerbohm se estableció como el más destacado caricaturista de Gran Bretaña y uno de sus más queridos escritores. La escritura de Beerbohm debe mucho de su encanto a su personalidad marcadamente literaria. Como escribió Virginia Woolf, “ha traído la personalidad a la literatura, inconsciente e impuramente, pero tan consciente y puramente que no sabemos si hay alguna relación entre Max el ensayista y Mr Beerbohm el hombre” (Danson, 25). La personalidad de Beerbohm era identificable en sus escritos incluso cuando imitaba el estilo de otros escritores. Como subrayó Wilson Young, uno de los primeros críticos de las parodias de Beerbohm, “ . . . tras estas solemnes parodias (�) acecha la sombra del mismo Max, dejando bien clara su estima por cada uno de los escritores parodiados y burlándose con piadoso humor de las peculiaridades de los demás” (Beerbohm, A Christmas Garland xii). El primer escritor del que Beerbohm se burló con piadoso (y a veces no tan piadoso) humor fue su mentor Oscar Wilde (1854-1900).

Según John Felstiner, Wilde era el numen de Beerbohm a comienzos de la década de 1890 (Max Beerbohm, 195). Cuando se conocieron en 1893, Beerbohm era un estudiante y escritor en ciernes, mientras que Wilde ya era una figura consolidada (con algo de mala fama) del ámbito literario londinense. Beerbohm llevaba algún tiempo bajo la influencia de los escritos de Wilde. La controversial novela de éste, El retrato de Dorian Gray (The Picture of Dorian Gray) y su colección de ensayos Intenciones (Intentions) habían sido publicados en 1891, cuando Beerbohm era un estudiante de primero en Oxford (Wilde 1209; Danson 63). De hecho, Intenciones fue uno de los pocos libros que Beerbohm admitió haber leído en la universidad (Felstiner, Lies of Art, 7).

El estilo de Wilde estaba de moda en el círculo de amigos de Beerbohm, y “él cultivaba su ligereza, su gusto por los precioso y artificial y sin sentido, su pose de entretenida vanidad, [y] su diablesco placer por escandalizar (Cecil, 58). La correspondencia de Beerbohm de comienzos de la década de 1890 resuena con poses y vanidades burlescas inspiradas en Wilde. “Mis afectaciones están muriendo por falta de público”, declaró en una carta a su amigo Reggie Turner, en octubre de 1892 (Letters to Reggie Turner, 27). Un wildeismo similar aparece en una carta de 1893: “Sufro, mi querido Reg, de una plétora de brillantez” (Letters to Reggie Turner, 42).

Beerbohm también compartía con Wilde el gusto por el esteticismo. Los principios de la crítica esteticista sostenían que el arte debe ser juzgado en base a su belleza solamente, y excluían las razones fundadas en criterios externos, como la influencia moral del arte o su contexto histórico. Como el de su mentor, el esteticismo de Beerbohm era del género cómico. Como apunta David Cecil, “Max fue siempre un comediante. Pero su esteticismo comenzó a colorear y modificar su sentido cómico. Aspiraba a mezclar lo cómico con lo bonito [�]. Es en esto donde la influencia de Oscar Wilde se revela especialmente” (60). Un ejemplo del esteticismo que Beerbohm estaba aprendiendo de Wilde aparece en una misiva escrita en abril de 1893:

Después de comer caminé hasta Hyde Park Corner donde vi un resplandor en el cielo que asemejaba un falso amanecer. Un conductor me dijo que era un incendio y me llevó hasta él, pasando Westminster. Era bastante bonito, aunque, me temo, ninguna vida se perdió. Aún así, la barraca estaba bastante quemada y mientras me alejaba el alba volvía espantosos los cascos de los bomberos.” [Letters to Reggie Turner 37]

La admiración de Beerbohm, sin embargo, no era cegadora: “Lamento decir que Oscar bebe mucho más de lo que debería”, escribió a Turner en abril de 1893. “De hecho, la primera vez que lo vi, después de ese largo periodo de adoración y reverencia distantes, estaba en un estado de intoxicación lamentable. Su apariencia se ha deteriorado mucho, sus mejillas tienen un tono púrpura oscuro y están excesivamente gordas” (Letters to Reggie Turner 37). A lo largo de su relación, el sentir de Beerbohm respecto de Wilde osciló entre la admiración y el desprecio, una ambivalencia que quedó expresada en las cartas del caricaturista.

Lawrence Danson considera que las referencias a Wilde en la correspondencia de Beerbohm entre 1892 y 1895 son intentos conscientes de integrar admiración y crítica en una forma de caricatura verbal (66). En estas cartas, la reacción de Beerbohm ante la influencia de Wilde se expresa de tres maneras: como imitación, como crítica y como sátira. Las cartas revelan un endurecimiento progresivo, desde la imitación, pasando por la crítica, hasta la sátira, a lo largo de esos tres años. Sin embargo, Beerbohm combinaba los tres modos de expresión más a menudo de lo que los utilizaba por separado. Tomadas como totalidad, las cartas de Beerbohm de 1892 a 1895 demuestran que Wilde le sirvió no solo como modelo sino también como objeto de crítica y sátira.

La divinidad y el discípulo: Oscar Wilde en las cartas de Max Beerbohm, 1892-1895


Last modified 28 Noviembre 2004; traducido diciembre 2009