[Parte 5 de La divinidad y el discípulo: Oscar Wilde en las cartas de Max Beerbohm, 1892-1895. Traducción de Martin Glikson revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

Escribe Felstiner que Wilde provocaba en Beerbohm “una reveladora mezcla de escepticismo y lealtad” (Lies of Art, 42). Lo que la mezcla revelaba era que Beerbohm aprendía tanto de criticar y satirizar a Wilde como de imitarlo. En las primeras cartas, como señala Danson, “el culto del héroe se combina con la crítica objetiva: el centro de la parodia no está aún claro” (65). Con el paso de los años, entre 1892 y 1895, Beerbohm se convirtió en un diestro satírico. Tras dominar el estilo de Wilde mediante la imitación, Beerbohm pasó a parodiarlo. Tras enumerar los defectos de Wilde con ojo crítico, Beerbohm pasó a satirizarlos.

Wilde nunca se recuperó del todo de su traumática experiencia de prisión, y murió a los tres años de su liberación (Ellmann, 585). Tras oír la noticia de la muerte de Wilde, Beerbohm escribió a Turner: “Estoy, como imaginarás, muy dolido; pienso mucho en Oscar, quien representó una gran influencia e interés en mi vida ( . . . ) Supongo que es mejor que muriera, la verdad. Si hubiese vivido para llegar a viejo, se habría vuelto infeliz. A quienes los dioses, etc. [Proverbio antiguo: “A quienes los dioses desean destruir, primero los enloquecen” — N. del T. ] Y los dioses amaban a Oscar, con todos sus defectos. (Letters to Reggie Turner, 138).

También Beerbohm “amaba a Oscar, con todos sus defectos”. Se trataba de una respuesta típica viniendo de quien era, en cierto sentido, un típico discípulo. Como muchos escritores jóvenes en relación con sus mentores, Beerbohm comenzó por adorar e imitar a Wilde. Cuando la desilusión se instaló, Beerbohm se volvió crítico e incluso cruel. Pero de sus muy típicas reacciones Beerbohm produjo algo inusual: al experimentar con las distintas partes de sus reacciones ante Wilde (la imitación, la crítica y la sátira), Beerbohm estaba aprendiendo a hacer oír su propia voz, aun cuando imitaba la de otro. Con la práctica mejoraría; en 1912 Young escribiría: “es como si, en lugar de describir detalladamente las ropas vestidas por sus personajes, Max se hubiera puesto él mismo cada traje, se hubiera pavoneado u holgazaneado por ahí como cada uno de ellos y hubiese expresado pensamientos como los de ellos en una admirable imitación de sus tonos” (Beerbohm, A Christmas Garland xii). El traje de Wilde puede no haber sido el que mejor le quedase, pero fue el primero que Beerbohm usó.

En 1921, Beerbohm escribió una carta con consejos a un potencial biógrafo, Bohun Lynch. “Hace años, George Bernard Shaw, en un momento de desenfado, me llamó ‘el incomparable’”, escribió, “Observe que no soy incomparable. Compáreme” (Letters of Max Beerbohm, 128). Comparar a Beerbohm con Wilde revela, por un lado, al típico escritor joven en la típica relación con su mentor y, por otro, revela también los orígenes del escritor que se convertiría en “el incomparable Max”.

La divinidad y el discípulo: Oscar Wilde en las cartas de Max Beerbohm, 1892-1895


Last modified 28 Noviembre 2004; traducido diciembre 2009