Si los autores se engendran a sí mismos y sus textos son autorreferenciales, corren el riesgo de encerrarse en un mundo privado separado de su audiencia. Más aún, dado que los autores no pueden proporcionar ningún signo externo de su autoridad, la audiencia no tiene posibilidad de distinguir entre un autor poseedor de autoridad trascendental y un fraude. En Sartor Resartus, Carlyle recurre apropiadamente a George Fox, el fundador de los cuáqueros, (uno de sus artículos enciclopédicos trataba sobre él) para representar al autor que se engendra a sí mismo. Fox, como Teufelsdröckh, es un rebelde que se deshace de “montañas de estorbos”, las antiguas ropas que lo constriñen, y que cose su propio “conjunto perenne de cuero… haciendo de él una estructura envolvente continua e incluyente” que recupera la “única e indivisible… vestidura” de la juventud de Teufelsdröckh (210-11; 92). El intento de Fox por volver a ganar la inocencia previa a la Caída simboliza el deseo de Carlyle por recuperar un lenguaje transcendental. Pero, aunque la rebelión libera a Fox de su “prisión” y le lleva hasta “tierras de verdadera libertad”, el lenguaje que articula no se convierte en una creencia compartida, un mito constitutivo, sino que sigue siendo privado (211). De hecho, ya en “El estado de la literatura alemana”, Carlyle había argumentado que los místicos como Jacob Böhme y George Fox “ignoraban” el estado de sus compañeros seres humanos, hablando “no en el lenguaje de los hombres, sino de un hombre que no había aprendido el lenguaje de los hombres” (CME, 1: 73). Como heredero de la Ilustración, Carlyle era perfectamente consciente de que el místico sincero que reclamaba la inspiración divina podía ser fácilmente un loco a quien se había engañado.

Carlyle vio este destino en la carrera de su íntimo amigo Edward Irving, una carrera que fue paralela a la suya. La vocación más convencional de Irving le proporcionó inicialmente la autoridad que Carlyle anhelaba. Sus sermones afectaron tan poderosamente a sus oyentes que en 1821, cuando Carlyle no había comenzado incluso su trayectoria como escritor, Irving fue invitado a Londres, donde encontró una amplia y entusiasta audiencia. Su habilidad para comunicarse con su audiencia pareció expandirse cuando miembros de su congregación empezaron a hablar en lenguas, la imagen del Antiguo Testamento sobre el ideal de una lengua compartida. Pero, realmente, el lenguaje sólo lo compartió una pequeña minoría de los seguidores de Irving, mientras que la mayoría abandonó la congregación. Ningún filósofo podría haber sido más suspicaz sobre los “entusiastas” religiosos (identificó a Irving con los “oradores rimbombantes”, una secta relacionada con los cuáqueros de Fox) que Carlyle, quien concluyó que hablar en lenguas “no era un trabajo especial del Espíritu Santo o de ningún Espíritu, [48/49] a excepción de ese sucio, negro y aterrador que habita en el Manicomio”; Irving debe autoengañarse o ser un embustero (CL, 6: 40). Carlyle finaliza en su anuncio obituario de 1835 con que, en vez de llevar la creencia religiosa ante el público, Irving se había “encerrado en un mundo más reducido de ideas y personas, viviendo aislado allí” (CME, 3: 322; véase CL, 6: 65).18

Apenas hay un paso desde aquel que se engaña a sí mismo, como Irving y Fox, a aquellos que intencionadamente engañan a otros. Si el James Carlyle de “La reminiscencia de James Carlyle” representa al autor que posee la autoridad trascendental, Cagliostro, en un ensayo escrito un año después, representa al autor que embauca a sus contemporáneos con afirmaciones falsas sobre la autoridad trascendental. Carlyle propuso el tópico de “El conde Cagliostro” al editor de La revista de Edimburgo justo cuatro meses después de la muerte de su padre (CL, 6: 167). Su interés por este tópico debió haber sido especial, puesto que fue una de esas veces raras durante su temprana carrera en las que fue capaz de escribir para una revista acerca de un tema elegido por él mismo, en vez de uno asignado por el editor. “El conde Cagliostro” reflexiona, incluso satiriza, sobre el descubrimiento de la autoridad por parte de Teufelsdröckh en Sartor Resartus, sugiriendo que, mientras Teufelsdröckh busca convertirse en un “arquitecto” que puede construir como el albañil, James Carlyle está en peligro de convertirse en un charlatán “francmasón” como Cagliostro.

La carrera de Cagliostro parodia la carrera narrativa que Carlyle había edificado en sus primeros escritos. La familia de Cagliostro, en contra de su voluntad, lo organiza todo para que se convierta en un monje, igual que los padres de Carlyle esperaron que se convirtiera en un ministro religioso. Como Carlyle, Cagliostro rechaza su vocación, decidiendo en su lugar hacerse artista, pero su único talento es la falsificación, una escritura engañosa. Exiliado de Palermo tras el descubrimiento de sus delitos, Cagliostro se convierte, como Teufelsdröckh, en un ser errante en el mundo del siglo XVIII del ateísmo y la democracia. Igual que Teufelsdröckh se toma su copa nocturna de cerveza en un café llamado “Hacia el ganso verde”, Cagliostro pasa cada noche en una posada ficticia llamada el “Ganso verde” (SR, 15; CME, 3: 279). La frase de Carlyle (“En algún Hotel del sol, Hotel del ángel, León de oro, o Ganso verde, o sea el hotel que sea, en cualquier capital de ciudad famosa del mundo, es donde sus ruedas de carro están descansando”) deja claro que el Ganso verde pretende ser un nombre típico para el tipo de posada en la que Cagliostro se detenía, y no un enclave real (CME, 3: 279). Empujados por el hambre a buscar una profesión, ambos se hacen profesores y disertan sobre “Cosas en general”, aunque Teufelsdröckh es un “Profesor de cosas en general” y Cagliostro un “Profesor de estafas” (SR, 120, 18; CME, 3: 268, 292). Ambos observan el mundo desde una “torre vigía” metafórica, e igual que Teufelsdröckh promueve un “nuevo mito”, la Palingenesia que traerá el “Renacimiento de la sociedad”, Cagliostro afirma que él aporta un nuevo “Evangelio” que “renovará el universo” (SR, 6, 20, 217; CME, 3: 262, 286). No obstante, Sartor, juguetón como es, nunca cuestiona la sinceridad de Teufelsdröckh [50/51] o incluso su habilidad para dar autoría a una Palingenesia, mientras “El conde Cagliostro” nunca nos permite creer otra cosa salvo que su héroe es un embustero.

Sin embargo, al ridiculizar las pretensiones de Cagliostro por poseer la autoridad de James Carlyle y enfatizar su similitud con Teufelsdröckh, el ensayo implícitamente cuestiona el proyecto de Teufelsdröckh, sugiriendo que podría autoengañarse como Irving o Fox. Insistiendo en su autoridad trascendental, Cagliostro reclama ser “un apóstol elegido” de Dios, poseer “una autoridad sobre los ángeles” y actuar por “el poder de Dios” (CME, 3: 293, 287). Como “Renovador del universo”, promete restaurar el mundo a un “estado primitivo de inocencia perdida por el pecado original”, un idilio trascendental (286). Pero, mientras que James Carlyle construyó su hogar idílico a partir de piedra, Cagliostro edifica su “entrada masónica” con “cartón dorado”; mientras que Carlyle representa las creaciones de su padre como permanentes y sustanciales, él representa las de Cagliostro como ilusiones teatrales no más sustanciales que la “espuma” o “las pompas de jabón” (CME, 3: 291, 285; véase Campbell, “Edward Irving”).

Sobre todo, la descripción del lenguaje de Cagliostro parodia el de Teufelsdröckh, revelando la distancia que media entre Teufelsdröckh y James Carlyle. Igual que la albañilería teatral de Cagliostro es opuesta a la albañilería sustancial de James Carlyle, sus “discursos banales” son opuestos a las potentes palabras del anciano Carlyle (CME, 3: 285). Por oposición al lenguaje unitario, previo a la caída de James Carlyle, el dialecto de Cagliostro, compuesto del “lenguaje siciliano e italiano, y el francés de lacayo, adornado con jirones procedentes de todos los dialectos europeos”, parece casi una parodia de Sartor y de sus pesadas dosis de alemán (CME, 3: 293). Su discurso es simplemente una parodia de “los pasajes soporíferos conducentes al sueño” de Teufelsdröckh, de sus “circunvoluciones, repeticiones, toques incluso de pura y cariñosa jerga”: Cagliostro “balbucea con divagaciones digresivas, circunvoluciones caóticas que no llevan a ninguna parte… la jerga de una Torre de Babel… La totalidad de su pensamiento es confuso, inextricable; el pensamiento o lo más parecido al pensamiento que pueda tener, no puede expresarse a sí mismo excepto mediante jadeos, efusiones fuertes de aire, reflujos espasmódicos, que transforman lo malo en peor” (SR, 31; CME, 3: 293; énfasis añadido). Ambos hablan el lenguaje fragmentado de una era de descreencia posterior a Babel.

La creación inversa de Cagliostro “trabajando en el poderoso caos para hacer de él una creación de dinero listo” parodia similarmente la intención de Teufelsdröckh por imitar al dios del Génesis que crea el paraíso a partir del caos primigenio (CME, 3: 291; SR, 197). Cagliostro es un falso profeta [50/51].

“Si el antiguo Padre fue bautizado como Crisóstomo o Boca de oro, que el moderno embustero sea llamado Pinchbecko-stom o boca de Pinchbeck” (CME, 3: 296). San Juan Crisóstomo cuya fama fue la de ser el más grande orador de la primera Iglesia, fue perseguido por hablar abiertamente sobre los defectos de los gobernantes y por escribir comentarios bíblicos que enfatizaban el significado literal y las aplicaciones prácticas. Mientras que las palabras de Crisóstomo, como su nombre indica, poseen el valor del oro, las de Cagliostro son “pinchbeck”, es decir, falsas. En vez de usar su boca para actuar sobre el mundo creativamente, Cagliostro sobrevive por medio de la “comestibilidad y la similitud en el hacer”; es un “cuervo”, una “avutarda”, un “chacal”, un depredador que se alimenta de las víctimas que sus palabras engañosas le traen (CME, 3: 318, 269, 284, 306; véase 261, 263, 274, 300). “El conde Cagliostro” representa la inquietud de Carlyle que en vez de dirigir a sus lectores hacia la tierra prometida, los conducía hacia un paraíso de “cartón dorado” 3n20.html

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Apenas hay un paso desde aquel que se engaña a sí mismo, como Irving y Fox, a aquellos que intencionadamente engañan a otros. Si el James Carlyle de “La reminiscencia de James Carlyle” representa al autor que posee la autoridad trascendental, Cagliostro, en un ensayo escrito un año después, representa al autor que embauca a sus contemporáneos con afirmaciones falsas sobre la autoridad trascendental. Carlyle propuso el tópico de “El conde Cagliostro” al editor de La revista de Edimburgo justo cuatro meses después de la muerte de su padre (CL, 6: 167). Su interés por este tópico debió haber sido especial, puesto que fue una de esas veces raras durante su temprana carrera en las que fue capaz de escribir para una revista acerca de un tema elegido por él mismo, en vez de uno asignado por el editor. “El conde Cagliostro” reflexiona, incluso satiriza, sobre el descubrimiento de la autoridad por parte de Teufelsdröckh en Sartor Resartus, sugiriendo que, mientras Teufelsdröckh busca convertirse en un “arquitecto” que puede construir como el albañil, James Carlyle está en peligro de convertirse en un charlatán “francmasón” como Cagliostro.

La carrera de Cagliostro parodia la carrera narrativa que Carlyle había edificado en sus primeros escritos. La familia de Cagliostro, en contra de su voluntad, lo organiza todo para que se convierta en un monje, igual que los padres de Carlyle esperaron que se convirtiera en un ministro religioso. Como Carlyle, Cagliostro rechaza su vocación, decidiendo en su lugar hacerse artista, pero su único talento es la falsificación, una escritura engañosa. Exiliado de Palermo tras el descubrimiento de sus delitos, Cagliostro se convierte, como Teufelsdröckh, en un ser errante en el mundo del siglo XVIII del ateísmo y la democracia. Igual que Teufelsdröckh se toma su copa nocturna de cerveza en un café llamado “Hacia el ganso verde”, Cagliostro pasa cada noche en una posada ficticia llamada el “Ganso verde” (SR, 15; CME, 3: 279). La frase de Carlyle (“En algún Hotel del sol, Hotel del ángel, León de oro, o Ganso verde, o sea el hotel que sea, en cualquier capital de ciudad famosa del mundo, es donde sus ruedas de carro están descansando”) deja claro que el Ganso verde pretende ser un nombre típico para el tipo de posada en la que Cagliostro se detenía, y no un enclave real (CME, 3: 279). Empujados por el hambre a buscar una profesión, ambos se hacen profesores y disertan sobre “Cosas en general”, aunque Teufelsdröckh es un “Profesor de cosas en general” y Cagliostro un “Profesor de estafas” (SR, 120, 18; CME, 3: 268, 292). Ambos observan el mundo desde una “torre vigía” metafórica, e igual que Teufelsdröckh promueve un “nuevo mito”, la Palingenesia que traerá el “Renacimiento de la sociedad”, Cagliostro afirma que él aporta un nuevo “Evangelio” que “renovará el universo” (SR, 6, 20, 217; CME, 3: 262, 286). No obstante, Sartor, juguetón como es, nunca cuestiona la sinceridad de Teufelsdröckh [50/51] o incluso su habilidad para dar autoría a una Palingenesia, mientras “El conde Cagliostro” nunca nos permite creer otra cosa salvo que su héroe es un embustero.

Sin embargo, al ridiculizar las pretensiones de Cagliostro por poseer la autoridad de James Carlyle y enfatizar su similitud con Teufelsdröckh, el ensayo implícitamente cuestiona el proyecto de Teufelsdröckh, sugiriendo que podría autoengañarse como Irving o Fox. Insistiendo en su autoridad trascendental, Cagliostro reclama ser “un apóstol elegido” de Dios, poseer “una autoridad sobre los ángeles” y actuar por “el poder de Dios” (CME, 3: 293, 287). Como “Renovador del universo”, promete restaurar el mundo a un “estado primitivo de inocencia perdida por el pecado original”, un idilio trascendental (286). Pero, mientras que James Carlyle construyó su hogar idílico a partir de piedra, Cagliostro edifica su “entrada masónica” con “cartón dorado”; mientras que Carlyle representa las creaciones de su padre como permanentes y sustanciales, él representa las de Cagliostro como ilusiones teatrales no más sustanciales que la “espuma” o “las pompas de jabón” (CME, 3: 291, 285; véase Campbell, “Edward Irving”).

Sobre todo, la descripción del lenguaje de Cagliostro parodia el de Teufelsdröckh, revelando la distancia que media entre Teufelsdröckh y James Carlyle. Igual que la albañilería teatral de Cagliostro es opuesta a la albañilería sustancial de James Carlyle, sus “discursos banales” son opuestos a las potentes palabras del anciano Carlyle (CME, 3: 285). Por oposición al lenguaje unitario, previo a la caída de James Carlyle, el dialecto de Cagliostro, compuesto del “lenguaje siciliano e italiano, y el francés de lacayo, adornado con jirones procedentes de todos los dialectos europeos”, parece casi una parodia de Sartor y de sus pesadas dosis de alemán (CME, 3: 293). Su discurso es simplemente una parodia de “los pasajes soporíferos conducentes al sueño” de Teufelsdröckh, de sus “circunvoluciones, repeticiones, toques incluso de pura y cariñosa jerga”: Cagliostro “balbucea con divagaciones digresivas, circunvoluciones caóticas que no llevan a ninguna parte… la jerga de una Torre de Babel… La totalidad de su pensamiento es confuso, inextricable; el pensamiento o lo más parecido al pensamiento que pueda tener, no puede expresarse a sí mismo excepto mediante jadeos, efusiones fuertes de aire, reflujos espasmódicos, que transforman lo malo en peor” (SR, 31; CME, 3: 293; énfasis añadido). Ambos hablan el lenguaje fragmentado de una era de descreencia posterior a Babel.

La creación inversa de Cagliostro “trabajando en el poderoso caos para hacer de él una creación de dinero listo” parodia similarmente la intención de Teufelsdröckh por imitar al dios del Génesis que crea el paraíso a partir del caos primigenio (CME, 3: 291; SR, 197). Cagliostro es un falso profeta [50/51].

“Si el antiguo Padre fue bautizado como Crisóstomo o Boca de oro, que el moderno embustero sea llamado Pinchbecko-stom o boca de Pinchbeck” (CME, 3: 296). San Juan Crisóstomo cuya fama fue la de ser el más grande orador de la primera Iglesia, fue perseguido por hablar abiertamente sobre los defectos de los gobernantes y por escribir comentarios bíblicos que enfatizaban el significado literal y las aplicaciones prácticas. Mientras que las palabras de Crisóstomo, como su nombre indica, poseen el valor del oro, las de Cagliostro son “pinchbeck”, es decir, falsas. En vez de usar su boca para actuar sobre el mundo creativamente, Cagliostro sobrevive por medio de la “comestibilidad y la similitud en el hacer”; es un “cuervo”, una “avutarda”, un “chacal”, un depredador que se alimenta de las víctimas que sus palabras engañosas le traen (CME, 3: 318, 269, 284, 306; véase 261, 263, 274, 300). “El conde Cagliostro” representa la inquietud de Carlyle que en vez de dirigir a sus lectores hacia la tierra prometida, los conducía hacia un paraíso de “cartón dorado” 3n20.html

Apenas hay un paso desde aquel que se engaña a sí mismo, como Irving y Fox, a aquellos que intencionadamente engañan a otros. Si el James Carlyle de “La reminiscencia de James Carlyle” representa al autor que posee la autoridad trascendental, Cagliostro, en un ensayo escrito un año después, representa al autor que embauca a sus contemporáneos con afirmaciones falsas sobre la autoridad trascendental. Carlyle propuso el tópico de “El conde Cagliostro” al editor de La revista de Edimburgo justo cuatro meses después de la muerte de su padre (CL, 6: 167). Su interés por este tópico debió haber sido especial, puesto que fue una de esas veces raras durante su temprana carrera en las que fue capaz de escribir para una revista acerca de un tema elegido por él mismo, en vez de uno asignado por el editor. “El conde Cagliostro” reflexiona, incluso satiriza, sobre el descubrimiento de la autoridad por parte de Teufelsdröckh en Sartor Resartus, sugiriendo que, mientras Teufelsdröckh busca convertirse en un “arquitecto” que puede construir como el albañil, James Carlyle está en peligro de convertirse en un charlatán “francmasón” como Cagliostro.

La carrera de Cagliostro parodia la carrera narrativa que Carlyle había edificado en sus primeros escritos. La familia de Cagliostro, en contra de su voluntad, lo organiza todo para que se convierta en un monje, igual que los padres de Carlyle esperaron que se convirtiera en un ministro religioso. Como Carlyle, Cagliostro rechaza su vocación, decidiendo en su lugar hacerse artista, pero su único talento es la falsificación, una escritura engañosa. Exiliado de Palermo tras el descubrimiento de sus delitos, Cagliostro se convierte, como Teufelsdröckh, en un ser errante en el mundo del siglo XVIII del ateísmo y la democracia. Igual que Teufelsdröckh se toma su copa nocturna de cerveza en un café llamado “Hacia el ganso verde”, Cagliostro pasa cada noche en una posada ficticia llamada el “Ganso verde” (SR, 15; CME, 3: 279). La frase de Carlyle (“En algún Hotel del sol, Hotel del ángel, León de oro, o Ganso verde, o sea el hotel que sea, en cualquier capital de ciudad famosa del mundo, es donde sus ruedas de carro están descansando”) deja claro que el Ganso verde pretende ser un nombre típico para el tipo de posada en la que Cagliostro se detenía, y no un enclave real (CME, 3: 279). Empujados por el hambre a buscar una profesión, ambos se hacen profesores y disertan sobre “Cosas en general”, aunque Teufelsdröckh es un “Profesor de cosas en general” y Cagliostro un “Profesor de estafas” (SR, 120, 18; CME, 3: 268, 292). Ambos observan el mundo desde una “torre vigía” metafórica, e igual que Teufelsdröckh promueve un “nuevo mito”, la Palingenesia que traerá el “Renacimiento de la sociedad”, Cagliostro afirma que él aporta un nuevo “Evangelio” que “renovará el universo” (SR, 6, 20, 217; CME, 3: 262, 286). No obstante, Sartor, juguetón como es, nunca cuestiona la sinceridad de Teufelsdröckh [50/51] o incluso su habilidad para dar autoría a una Palingenesia, mientras “El conde Cagliostro” nunca nos permite creer otra cosa salvo que su héroe es un embustero.

Sin embargo, al ridiculizar las pretensiones de Cagliostro por poseer la autoridad de James Carlyle y enfatizar su similitud con Teufelsdröckh, el ensayo implícitamente cuestiona el proyecto de Teufelsdröckh, sugiriendo que podría autoengañarse como Irving o Fox. Insistiendo en su autoridad trascendental, Cagliostro reclama ser “un apóstol elegido” de Dios, poseer “una autoridad sobre los ángeles” y actuar por “el poder de Dios” (CME, 3: 293, 287). Como “Renovador del universo”, promete restaurar el mundo a un “estado primitivo de inocencia perdida por el pecado original”, un idilio trascendental (286). Pero, mientras que James Carlyle construyó su hogar idílico a partir de piedra, Cagliostro edifica su “entrada masónica” con “cartón dorado”; mientras que Carlyle representa las creaciones de su padre como permanentes y sustanciales, él representa las de Cagliostro como ilusiones teatrales no más sustanciales que la “espuma” o “las pompas de jabón” (CME, 3: 291, 285; véase Campbell, “Edward Irving”).

Sobre todo, la descripción del lenguaje de Cagliostro parodia el de Teufelsdröckh, revelando la distancia que media entre Teufelsdröckh y James Carlyle. Igual que la albañilería teatral de Cagliostro es opuesta a la albañilería sustancial de James Carlyle, sus “discursos banales” son opuestos a las potentes palabras del anciano Carlyle (CME, 3: 285). Por oposición al lenguaje unitario, previo a la caída de James Carlyle, el dialecto de Cagliostro, compuesto del “lenguaje siciliano e italiano, y el francés de lacayo, adornado con jirones procedentes de todos los dialectos europeos”, parece casi una parodia de Sartor y de sus pesadas dosis de alemán (CME, 3: 293). Su discurso es simplemente una parodia de “los pasajes soporíferos conducentes al sueño” de Teufelsdröckh, de sus “circunvoluciones, repeticiones, toques incluso de pura y cariñosa jerga”: Cagliostro “balbucea con divagaciones digresivas, circunvoluciones caóticas que no llevan a ninguna parte… la jerga de una Torre de Babel… La totalidad de su pensamiento es confuso, inextricable; el pensamiento o lo más parecido al pensamiento que pueda tener, no puede expresarse a sí mismo excepto mediante jadeos, efusiones fuertes de aire, reflujos espasmódicos, que transforman lo malo en peor” (SR, 31; CME, 3: 293; énfasis añadido). Ambos hablan el lenguaje fragmentado de una era de descreencia posterior a Babel.

La creación inversa de Cagliostro “trabajando en el poderoso caos para hacer de él una creación de dinero listo” parodia similarmente la intención de Teufelsdröckh por imitar al dios del Génesis que crea el paraíso a partir del caos primigenio (CME, 3: 291; SR, 197). Cagliostro es un falso profeta [50/51].

“Si el antiguo Padre fue bautizado como Crisóstomo o Boca de oro, que el moderno embustero sea llamado Pinchbecko-stom o boca de Pinchbeck” (CME, 3: 296). San Juan Crisóstomo cuya fama fue la de ser el más grande orador de la primera Iglesia, fue perseguido por hablar abiertamente sobre los defectos de los gobernantes y por escribir comentarios bíblicos que enfatizaban el significado literal y las aplicaciones prácticas. Mientras que las palabras de Crisóstomo, como su nombre indica, poseen el valor del oro, las de Cagliostro son “pinchbeck”, es decir, falsas. En vez de usar su boca para actuar sobre el mundo creativamente, Cagliostro sobrevive por medio de la “comestibilidad y la similitud en el hacer”; es un “cuervo”, una “avutarda”, un “chacal”, un depredador que se alimenta de las víctimas que sus palabras engañosas le traen (CME, 3: 318, 269, 284, 306; véase 261, 263, 274, 300). “El conde Cagliostro” representa la inquietud de Carlyle que en vez de dirigir a sus lectores hacia la tierra prometida, los conducía hacia un paraíso de “cartón dorado” 3n20.html


Actualizado por última vez el 6 de julio de 2004; traducido el 25 de septeimbre de 2012